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Cantos mágicos

“Tener la capacidad de oìr es tener la capacidad de comprender”

H.G. Gadamer – Arte y verdad de la palabra


“Probablemente debido a la ubicuidad y a la bipotencialidad de la voz humana para el lenguaje y el canto (tanto en la recepción como en la producción) los resultados de

instrumento vocal son componentes centrales en muchas de las ejecuciones artísticas más diversas en el mundo”.

Graham F Welch – El canto como un modo de comunicación



Aún no se ha extinguido la creencia (o convicción) de que algunas fonaciones, entonadas con precisión (esto es en la frecuencia correcta, es decir vibrando en la específica cantidad de ciclos por segundo) pueden obrar transformaciones en la materia semejantes al efecto mágico. Y no sólo es una idea extendida temporalmente sino también espacialmente siendo que es difícil hallar una región del planeta donde sus tradiciones místicas, chamánicas o antiguas no posean en su catálogo de recursos sonoros algunas alocuciones que funcionen como algo parecido a una alquimia fonal, una combinación silábica mágicamente transformadora. Iniciemos con 2 consonantes y una vocal, tres letras unidas fuertemente en la historia de manera polivalente: YAM. Esta breve palabra es una expresión frecuente en varias lenguas: en las mafa-giziga (lenguas afroasíaticas) estas tres letras significan “Agua” y semejantemente en algunas variantes del Hebreo significa “Mar”; YAM fue también el nombre para hablar de la ruta postal del mongol Gengis Kan, también es el sonido asociado con el chakra Anahata y en botánica suele señalar un tipo de tubérculo semejante a la batata, pero la Tibetóloga Alexandra David–Néel nos comenta una posible acepción de esta breve palabra YAM en el Tibet que podría semejarse a “semilla del aire o del viento” y relata que los lamas conservaban como un tesoro esta sílaba porque correctamente entonada tenía una potencia creadora de su esencia, es decir, hacía nacer el viento. Más potente pero en el mismo sentido consideraban a la sílaba “RAM” que siendo “semilla del fuego” generaba en su pronunciación una fuerza ígnea capaz de incinerar tanto la madera como la consciencia de quien la pronunciara sin la preparación correcta. Otras fórmulas fonal-creadoras son el célebre “yehi 'or” o en su versión latina “Fiat Lux” conocido como “hágase la luz” y mencionado en el 3er versículo del Génesis como la pronunciación creadora de Dios; también el célebre maskelli-maskello que se encuentra en los textos encontrados en los desiertos de Egipto conocidos como “Papiros Mágicos Griegos”, o los palíndromos que siguen un patrón sonoro como akrakanarba, santalala, sesengenbapharanges, akhaiphothotho, ablathanalba, akramakhari, phorphora o borphorba o el famosísimo Abracadabra.

Todas estas combinaciones silábicas son entre llamativas, infrecuentes en el habla habitual y excéntricas, y quizás sea en esa dislocación del habla cotidiana donde resida la razón de su potencia mágica. Sin embargo nos interesa preguntarnos si no hay quizás en el lenguaje diario, en las palabras que utilizamos todos los días, algunas combinaciones silábicas que se hayan demostrado transformadoras, no en tanto capaces de hacer levitar objetivos sino de reorientar la fisiología a otra manera del estar-siendo. Incluso también podríamos preguntarnos si no hay en las combinaciones de sonidos, cuál si fueran combinaciones de sílabas, algunas alquímias tonales que evoquen palabras específicas. Para ello vamos a reseñar brevemente el estudio “Affective Priming Effects of Musical Sounds on the Processing of Word Meaning” de Nikolaus Steinbeis and Stefan Koelsch donde se intent asociar ciertos sonidos con un contenido semántico específico. Se utilizaron tres variables a explorar: la consonancia/disonancia, el modo (mayor/menor) y el timbre; para evaluar la relación entre el procesamiento musical y sus vínculos con la percepción emocional. Hoy hablaremos de la primer variable: Consonancia / Disonancia. Lo consonante se percibe como una agrupación sonora agradable mientras que la disonancia por el contrario se percibe en general como desagrable o descolocada. Se ha demostrado en muchos estudios que tanto adultos como bebes muestran una perferencia por los sonidos consonantes y se estima que estas lógicas armónicas modulan respuestas afectivas en los oyentes de la música. En este estudio se utilizaron 48 acordes de timbre de piano, de los cuales 24 eran consonantes y, por tanto, de sonido agradable y de los cuales 24 eran disonantes y, por tanto, de sonido desagradable. Los estímulos consonánticos eran acordes mayores, presentados en la posición de la raíz (p. Ej., C-E-G-C). Los estímulos disonantes implicaron dos tipos, uno que utiliza la siguiente superposición de intervalos: cuarto aumentado, cuarto, segundo menor (p. Ej., C – F # –B – C) y otro, a saber, una superposición de segundo menor, cuarto y cuarto aumentado ( por ejemplo, C – C # –F # –C). Ambos acordes consonantes y disonantes se tocaron en cada una de las 12 tonalidades de la escala cromática, dando lugar a 24 acordes en cada categoría afectiva. Las palabras objetivo experimentales comprendían 24 palabras agradables (p. Ej., Amor, alegría, placer, coraje) y 24 palabras desagradables (p. Ej., Odio, disgusto, miedo, rabia). se demostró que tanto los participantes entrenados musicalmente como los no entrenados evaluaban las palabras emocionales de manera congruentes con el afecto expresado por el acorde de modo tal de poder sugerir según estos hallazagos que los oyentes entienden la expresión emocional de características musicales individuales como tal y probablemente se procesan en un nivel similar a otras comunicaciones afectivas (es decir, prosodia o vocalizaciones).

Quizás tanto en los cantos mágicos como en el sonido de nuestros cuencos tibetanos existan ciertamente combinaciones de vibraciones que tengan la potencialidad de transformar nuestra materialidad corporal y anímica para auxiliarnos en la mayor proeza y en la pretención mágica más sensata que es llevar una vida de bienestar celebrando la existencia.-

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS

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