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Miserere mei, Deus

“Miserere mei, Deus” (Dios ten piedad de mí) es el nombre suplicante de una hermosísima obra del siglo XVII del compositor Gregorio Allegri. El autor musicalizó el salmo 51 llamado “Miserere” y Salmo de David. Urbano VIII fue el papa que encargó esta pieza y para celebrar su realización dispuso que se estrena en la Capilla Sixtina, exactamente dentro de la basílica de San Pedro.

A su preciosura se le anexa su complejidad ya que se yuxtaponen dos coros (uno tretrafónico y otro pentafónico) que, como en distintos niveles cantan el primero el tema original de la pieza mientras que el segundo (como un metacoro, un coro de coros) va detrás y a menor volumen como comentando la línea principal. Esta polifonía es a los oídos un extrañamiento fascinante y de tal complejidad que cuesta capturar todo lo que está sucediendo en simultáneo en la pieza.

La obra, como estaba consignada y asignada a ser ejecutada en la capilla fue prohibida bajo pena de excomunión su copia y reproducción. Por eso, escondida su partitura en la compleja polifonía, nadia podía reproducirla, por lo inasible de multiplicidad sonora. Única e incopiable sólo podía oírse reproducida en la capilla Sixtina y por la orquesta del lugar, salvo que una mente prodigiosa fuese capaz de, con sólo oírla, capturar sus complejas partes componentes y reproducirlas en papel. Mozart fue esa mente, y en sus salvajemente precoces 14 años, con sólo oírla unas pocas veces consiguió escribirla en papel, de manera completa y sin fallos. El papa Urbano VIII supó del prodigio que consiguió copiar la obra incopiable y penada de excomunión. Sin embargo el genio superó la legislación papal al punto que sin sufrir la excomunión y por esta proeza auditiva es Mozart nombrado caballero de la Orden de la Espuela de Oro.

Hay dudas y detracciones de esta versión, así como también hay certezas y demostraciones de su veracidad. Sea como fuera, la mera posibilidad de capturar en la memoria una complejidad musical es tan cierta para algunas personas que es innegable pensar posible la anécdota del “Miserere mei, Deus”. Gracias a estos copistas de la audición, hoy día tenemos a mano y a disposición esta maravillosa composición. Sólo resta disfrutar.

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