Sea complot o sinergia, apandillamiento o fisiología maravillosa, lo cierto es que para poder oir música el cerebro necesita convocara varias de sus regiones funcionales, de modo que escuchar lo convoca sistémica y totalmente. Por eso oir es una acción fatigosa para el cerebro ya que debe predisponerse para motorizar varias regiones. Detallemos, a modo de identikit, los miembros de la pandilla:
- Lóbulo temporal y parietal de ambos lados, encargado de instalar el tono de referencia a partir del cual podemos estimar distancias intervàlicas.
- Los reyes del ritmo en el cerebro son el polo anterior de la corteza del lóbulo temporal y la base de la corteza del lóbulo frontal, ambas del lado izquierdo. Entonces cuando los tonos son emitidos con un patrón de distribución temporal regular esta fraternidad se convoca y afortunadamente nos nace el ritmo.
- Esa maravilla de la identidad de un instrumento que esta expresada en el timbre la procesan los lobulos frontal y parieto-occipital derechos.
- Finalmente, la todopoderosa melodía es asunto de los lobulos temporal y parietal derechos. La emoción, como resultado anímico del contacto con la música, se relaciona directamente con el asunto melódico.
Es conmovedora la cofradía cerebral que piadosa se mancomuna para darnos el preciado obsequio de la música, sin la que la vida se agrisa al punto del sinsentido. El cerebro lo sabe y por eso trabaja incansable para regalarnos un universo musical.
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