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Como suena una Idea

“Hay en las almas una simpatía por los sonidos. Y como la mente está pendiente, el oído se complace. Con aires que se funden, o militares, o graves: algún acorde suena en nuestro interior, al unísono con lo que oímos el corazón responde”

William Cowper, The Task


“La música es una revelación superior a toda sabiduría y filosofía, es el vino de una nueva procreación, y yo soy Baco, que prensa este vino glorioso para los hombres y los emborracha con el alcohol”

Ludwig Van Beethoven, citado en Beethoven (1934) de Scott.


Ardido por un impulso interior que aún no encontraba cauce recorría Beethoven las calles de Viena; desde que en 1817 la Sociedad Filarmónica de Londres le encargara la composición de una sinfonía el músico no encontraba refugió en ninguna idea hasta que una melodía de apariencia infantil le invadió la cabeza y empezó a sonar dentro de sí con una obstinación tortuosa. En el barrio de Grinzing, en el número 2 de la plaza Pfarrplatz, usurpado por una melodía que no cesaba en su cabeza y que se escuchaba tan evidente como si alguien la tocara fuera, Ludwig Van Beethoven comenzaba a escribir la Novena Sinfonía. Esta sensación de escucha musical sin que el sonido se produzca por fuera de la persona es lo que se conoce como “alucinación musical” y así como afectó a Beethoven y según algunos también a Schumann y a Mijaíl Glinka, en la actualidad afecta a un reducido número de personas que empiezan de repente a escuchar música como si se reprodujera perfectamente pero dentro de sus cabezas. Este tema esta hermosamente tratado en el libro “Hallucination” de Oliver Sacks o el artículo en castellano “Alucinaciones Musicales” de Zabalza-Estévez. Sin embargo aclaramos inicialmente ese padecimiento para separarlo de lo que queremos tratar en realidad, que es: el Sonido que hace el cerebro cuando piensa.

Jing Lu y Yao Dezhong, neurocientíficos de la Universidad de Ciencia Electrónica y Tecnología en China consiguieron convertir la actividad neuronal en una melodía musical estimando como suena el cerebro cuando piensa. Utilizaron para eso un método que por un lado transforma las imágenes del electroencefalograma (EEG) en tonos y duración de las notas, y por el otro transformaron las imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) en las intensidades de esas notas. Estudiando así las ondas cerebrales de una mujer de 31 años y una nena de 14 años consiguieron oír los parámetros musicales del cerebro cuando piensa. La transcripción a partitura de la música cerebral tanto de la mujer como de la nena es la siguiente:

(a) corresponde a la mujer adulta y (b) corresponde a la nena


La actividad neurológica pareciera ser, a su vez, una actividad compositiva y el cerebro ser también un constructor de melodías en su andar pensante. En el siguiente enlace pueden escucharse los audios con la ejecución de la partitura del cerebro: http://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0049773

Lo más atractivo del descubrimiento, más allá de la fascinante certeza de nuestra armonía innata, es que estiman los investigadores que la percepción del sonido cerebral permitiría colaborar con las personas que padecen ansiedad para auxiliarlas a conseguir un estado de relajación mental más saludable; pareciera volverse empíricamente demostrable que escucharse a sí mismo, aprenderse en la exclusiva melodía que compone nuestro ser existiendo, nos trajera cierta armonía y bienestar.

Este descubrimiento inaugura hermosas interrogantes: ¿cómo habrá sonado el cerebro de Arquímedes al gritar “Eureka” en su epifanía descubridora sobre el volumen de agua desplazado?, o ¿qué canción musicalizó los descubrimientos de Copérnico al descubrir el heliocentrismo?, o ¿cómo canta nuestro cerebro al encontrarse con el ser amado?, o ¿qué canción acompasa el sonar de los cuencos tibetanos, con que melodía acompaña nuestro cerebro ese vibrar, que coral actitud asume nuestra interioridad cerebral y como cantando se pliega al sonar de los cuencos tibetanos? Todas estas inquietudes, aún ajenas de la posibilidad de saldarse, nos invitan a aquietar la respiración, predisponer el ánimo y tratar de oír, al rozar nuestros cuencos, la canción interior que despiertan.

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS

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