Como en bienvenida, dispuesta y en vísperas la cóclea se prepara para la presión mecánica del aire, que si acaso se propone empujar entre 20 veces a 20.000 veces por segundo podrá entonces “ser sonido”. Estos receptores del oído interno, como en un fordismo sensorial, están topográficamente dispuestos según el tono que capturan (esto es conocido como distribución tonotòpica). En este hermoso caracol coclear los receptores de los graves (frecuencias bajas) están en la punta y en oposición los de los tonos agudos (frecuencias altas) que están en la base. Hecho el trabajo de desfragmentar la totalidad sónica en sus distintos territorios tonales es el nervio coclear el mensajero que hace llegar esta información a los nucleos neuronales del tronco cerebral. Sigue su itinerario la información potencialmente audible y pasa como por un paisaje subrealista por el cuerpo geniculado medial hasta dar en la circunvolución transversa. Llegan asi a la aun primaria instancia auditiva de la corteza cerebral. En un enroque ajedrecístico, y pareciera que por mera voluntad viajera, los sonidos percibidos en el oído derecho se dirigen a la corteza auditiva izquierda y los del oído izquierdo a la corteza derecha. Y màs aùn, para que finalmente se complete el hecho sónico tonotopicamente los graves hallan hogar en la porción externa y lateral y los agudos en la mas interna y medial. Finalmente decimos, entonces, que oímos.
Sentimos, siempre, que describir como sucede es describir un milagro.
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