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El Sonido y una nueva Velocidad

La velocidad fue, acaso, uno de los recursos más importantes de los imperios exitosos. Las urgencias podían hacer peligrar la continuidad de un líder y por tanto atenderlas prontamente era tan o más importante que hacerlo fuertemente; una rebelión atacada temprano siempre demandará menos energía y tendrá, a su vez, más chances de ser contenida. Esta potencia de la comunicación veloz supieron legársela los griegos a su dios Hermes, el dios mensajero, con pies alados y capaz de comunicar mensajes desde el Olimpo (el lugar “más alto de entro lo alto”, que hace referencia al monte Olimpo, el más alto de Grecia con 2919 mts. de altura) y el Tártaro (el abismo más profundo e la existencia, incluso por debajo del Hades, tan profundo que distaba del inframundo a 9 días de caída libre). En Japón correspondía a Raijin(dios shinto del trueno) comunicar a la velocidad del rayo los asuntos celestiales y para ello batía un tambor tronante que enviaba a la tierra velozmente sus designios y voluntades. La recolectora de almas en la mitología mexicana Cihuacóatl también demostraba una velocísima performance al cumplir con su tarea de llevar las almas desde la tierra de los vivos al cielo o el inframundo según correpondía, y era capaz, dicen, de desandar la distancia del Sol al Inframundo en el mismo tiempo que demora en sucederse un parpadeo. Abandonando el catalogo de deidades y pensando a una escala más próxima el ser humano más veloz fue Filípides, el griego que debió correr desde la playa de Maratón a Atenas lo más veloz que pudiera para anunciar la victoria contra los persas y que al llegar, exhausto y en un extertor anunciatorio grita antes de desplomarse fatalmente: “¡Nike!” (que significa literalmente “Victoria” y alude a la diosa Nike que es, además de la diosa de las batallas vencidas, la deidad femenina de la velocidad, devenida hoy día en marca de artículos deportivos). En las dimensiones menos mitológicas la velocidad está encarnada por dos fuerzas: la luz, como el acontecimiento más veloz del Universo, y luego el Sonido, segundo en el podio y lejos del invencible y luminiscente primer puesto. Las ondas sonoras poseen distintas velocidad de acuerdo al material a través del que viajan siguiendo siempre una regla fija: son más lentas en los gases que en los líquidos y a su vez más lentas en estos últimos que en los materiales sólidos. Por lo tanto si queremos buscar el límite de velocidad del sonido debemos hacerlo en su transmisibilidad en los sólidos. Entre ellos debemos a su vez elegir al más sólido que es el diamante y observar a qué velocidad se transmiten en este material las ondas sonoras y lo hacen a 12000 m/s. Fue hasta hace poco la velocidad máxima del sonido que se tenía válida, sin embargo en un trabajo conjunto entre la Universidad Queen Mary y la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, y el Instituto de Física de Alta Presión, en Rusia consiguieron trazar teóricamente una velocidad del sonido mucho más rápida a la que se da en el diamante y que es hoy, por lo menos como supuesto teórico la más veloz conocida: 36 km por segundo, que para conservar la unidad de medida que utilizamos para el diamante podríamos escribir como 36000 metros por segundo, esto es dos veces más veloz que hasta el momento. El material que permite esta expansión tan amplia del límite de velocidad es el hidrógeno que sometido a muy alta presión (alrededor de 1 millón de atmósferas) se vuelve un sólido metálico super conductor de las ondas sonoras. Sin premuras sonamos los cuencos, encontrando en sus vibraciones una manera de llegar, un modo de comunicar y dialogar con la corporalidad para que, sonido mediante, pueda hablarse entre nuestros instrumentos y existencias el lenguaje del bienestar.-

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