“La música induce una cierta vibración que incuestionablemente produce una reacción física. Finalmente la vibración adecuada para cada persona será hallada y utilizada. Me gusta pensar en la música como una ciencia emocional”
George Gershwin – citado en Composers on Music (1958)
“Ningún sonido que nos habla de la vida es disonante”
Samuel Taylor Coleridge – “This Lime-Tree bower my prison”
Mes a mes fuimos volviendo palabras este amor por los sonidos. Hablamos de Terpandro y como fue capaz de pacificar a Esparta con su lira según lo indicara el oráculo de Delfos; o del curioso y texto del organista Don Joaquín Tadeo de Murguía donde planificaba con sonidos insuflar valor en el ejército de Fernando VII de España para auxiliar su combate contra la invasión Napoleónica; hablamos del sabio Ling Lun que fue encomendado en la China para encontrar “el tono auténtico” y central que sintetice el hecho mismo de Vibrar y que hallo cercano a la nota F# en su quinto armónico del rango audible (F#4); indagamos en la fraternal relación de Herácles e Ificles y en sus aprendizajes de música cuando inhábil e impaciente Heracles asesina a su maestro Lino, y analizamos el efecto Mozart y un estudio sobre música y concentración realizado en una escuela de Berisso; conocimos el linaje de Euterpe (la musa de la música) y de su madre Mnemosine, para profundizar sobre los efectos de la terapia no farmacológica de la música sobre el Alzheimer y la posibilidad que la memoria musical trae para traccionar recuerdos de las memorias episódicas y motoras, semántica y autobiográfica; nos perdimos en el barrio de Grinzing con Beethoven para inspirarnos con la melodía de la Novena Sinfonía y hablamos de las “alucinaciones musicales” y los estudios de los neurocientíficos Jing Lu y Yao Dezhong que consiguieron escuchar la música de la actividad neuronal convirtiendo por un lado las imágenes del electroencefalograma (EEG) en tonos y duración de las notas y por el otro transformaron las imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) en las intensidades de esas notas; nos conmovimos con la anciana granjera tibetana Cairang Ji, única custodia viva de una larga canción tradicional que se utiliza en una ceremonia de pubertad de las niñas conocida como “cambio de cabello” y hablamos del Proyecto de la Música Tibetana en Peligro a cargo del antropólogo Gerald Roche que intenta rescatar y registrar las canciones de las mesetas tibetanas; oímos la primera pieza con registración notacional antigua que es el papiro conocido como “fragmento del Orestes de Eurípides” y la curiosa forma de notación musical del tipo de música vocal tibetana llamada Yangyig; hablamos de Zeuz y su complicidad con la ninfa Eco, de las estrategias vocales de montaña como el canto Yodel en los Alpes y el polifónico mongoles y de la zona Siberiana y Tibetana; del proyecto del compositor Tan Dun de hacer un concierto en la montaña sagrada de Songshan en China donde el instrumento a tocar fue la montaña misma; nos tomamos el tiempo para conocer los sonidos del gélido norte del planeta y del Gjallarhorn de los dioses escandinavos, de Heimdal y su oído sobrenatural capaz de escuchar crecer la hierba, del extraño sonido bautizado como “Bloop” captado en 1997 y que perduró por más de una década siendo considerado desde la señal sonora de dinosaurio aún vivo, un calamar gigante, una ballena azul descomunal y nunca vista o hasta incluso el mítico monstruo marino Cthulhu que menciona Lovecraft; nos encantamos con el sonido de las Sirenas y su corruptor y fallido intento contra Ulises y los Argonautas Butes y Orfeo; descubrimos los “ensalmadores” (καθαρταí) griegos y la potencia curativa de la palabra musicalizada en la medicina prehipocrática; y hasta de la Tarantela como agente terapéutico para la picadura de la tarántula y el padecimiento del Tarantísmo.
Sentimos como un milagro frecuente la posibilidad de compartir el lujoso ejercicio de aprender juntos. Andando este camino giramos la vista y encontramos el inmensamente conmovedor paisaje de su compañía. Los chinos tienen una palabra de varios significados que es “Jie”, que se la entiende como “nudos” (porque hace alusión a los nudos del bambú) pero también como “fiestas”, ya que las fiestas ocurren en los cambios de estaciones y son estos los momentos donde la naturaleza expresa sus nudos, sus transiciones (las Saturnales vueltas hoy nuestra Navidad y coincidentes con el solsticio de verano en este hemisferio, el festejo del equinoccio de primavera-de otoño en nuestro hemisferio - que hoy entendemos relacionado con las Pascuas, etc). La mejor manera de pasar esos trances, pues comportan cambios y muchas veces intensos, es estar en familia. Por eso la necesidad antigua (que hoy es tradición) de estar juntos en familia en las fiestas, para asistirnos en las transiciones de la naturaleza, acompañarnos y cuidarnos. Sabiéndolos siempre ahí con nosotros, los sentimos nuestra familia en el sonido, y con su calidez y cariño nos traen una fiesta perpetua que suena en el recuerdo de cada uno de sus nombres y en cada vibración de nuestros cuencos.-
VISHUDA CUENCOS TIBETANOS
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