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Encantamientos musicales: una posibilidad tibetana

“Nada es más característico de la naturaleza humana que el ser calmada por una melodía dulce y ser alterada por su contraria”

Boecio, De institutione música


“Amantes y locos tienen la mente tan arrebatada, tan poblada de fantasías, que perciben más de lo que la pura razón es capaz de aprehender”

W. Shakespeare, El sueño de una noche de verano


Un perro temible custodiaba para los griegos las puertas del Hades, y era tan celoso de su eficacia que nadie que no debiera entraba al infierno y jamás nadie, una vez dentro, salía de él. Orfeo, llevado por el impulso de su amor y en rescate de su amada tuvo que enfrentar al perro infernal y como soborno para que lo dejara pasar no usó ni su bravura ni su astucia, sino música y sólo así Cerbero, que era el nombre del perro, tuvo paz para poder dormir. El catálogo podría continuar con Circe, hechicera y diosa de la isla de Eea, quien recomienda a Ulises no oír el canto de las sirenas, pues su música, así profetizaba, es capaz de descarrillar cualquier navío y cualquier corazón. Astuto el aqueo de Ítaca sigue el consejo de la hechicera y pide a su tripulación tapar sus oídos con cera y ser atado a uno de los mástiles del barco. Las Sirenas cantaron y Ulises vio encantado su corazón al punto del desvarío, pero precavido hombre supo adelantarse y habiendo avisado a su tripulación que por ningún motivo lo desaten del mástil, resistió la atracción divina de la música las sirenas. La farmacopea musical de los pitagóricos e incluso el mismísimo flautista de Hamelín podrían sumarse sin desentonar a la lista de encantamientos musicales. Algo en los sonidos ubicados en una disposición específica pareciera capturar la voluntad y el discernimiento, haciendo del oyente desprevenido un poseso que bajo el influjo de esas vibraciones solo puede obedecer al impulso musical. Quizás sea oportuna una analogía, pues parece que alguna música fuera una forma de amar y, en consecuencia, sus efectos parecieran hermanos de los felices desequilibrios del amor. ¿Es el sonido de los cuencos un sonido amoroso? ¿Deberían los cuencos tibetanos sumarse a esta legión de historias de encantamiento musical?... Sólo quien escuche con el corazón podrá encontrar esa respuesta.

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