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Espejar las Vibraciones

“Oh cuántas veces quiso con blandas palabras acercársele

y dirigirle tiernas súplicas. Su naturaleza en contra pugna,

y no permite que empiece; pero, lo que permite, ella dispuesta está

a esperar sonidos a los que sus palabras remita”

Ovidio - La Metamorfosis, Libro III



“Los bosques serían demasiado silenciosos si tan solo cantaran los pájaros que mejor lo hacen”

HENRY VAN DIKE


En su eterna necesidad de cómplices para sus inagotables infidelidades Zeus buscó la colaboración (forzada, ya que nadie podía negarse al pedido del Dios) de la ninfa Eco. Custodia de las grutas y montañas, la ninfa era sobresaliente para la conversación y por eso Zeus la convocó para que entretenga a su esposa Hera dándole charla mientras él se perdía por el mundo en busca de romances. Incapaz de padecer engaño alguno Hera descubrió la secreta función de Eco y para castigar su actitud le quitó la palabra propia y la condenó a la inevitable repetición del último sonido que otro le dijera. Habiéndole usurpado la iniciativa en el dialogo, ayuna de propia voz y olvidada en su infausta suerte por Zeus se escondió Eco en una caverna para dejarse estar hasta morir. El Amor tiene dos brazos, uno que rescata y otro que oprime, y se le tendió a la ninfa el brazo gentil del amor pues oyó desde el fondo de su prisionera caverna la voz de un joven que de tan bella que sonaba hizo suponer a Eco que de un bello cuerpo nacía. Al salir a verificar esta sospecha descubrió que el autor de esos sonidos no era sino el insoportablemente hermoso Narciso. Enamorada con inmediatez no pudo sin embargo contarle su fascinación porque no llevaba palabras propias, pero el soberbio joven consiguió suponer el amor ardido de la ninfa ya que la descubría torpemente escondida observándolo siempre que por ahí pasaba. Uno de esos días en que cruel había amanecido decidió el pastor Narciso reírse de los sentimientos de Eco dejándola en tal grado de tristeza que decidió entrar en la caverna y nunca más salir. Pero aunque sin palabras propias que la hicieran audible al oído humano aún podían sus pensamientos ser capturados por los dioses y fue Némesis quien la escucho pensar su odio a Narciso y pedir compensación por el agravio recibido. Entonces la diosa de la Venganza correspondió a su silencioso ruego y sentenció a Narciso con la fatal suerte de enamorarse tanto del imposible de sí mismo que encontraría muerte intentando consumar este amor con él. Eco aún espera en los oquedades que alguien entre y le regale una palabra para poder sentir el placer de decir más no sea algo que ella no elija.

Las geografías complejas imponen la necesidad de estrategias de comunicación creativas, y así como algunas tribus pigmeas como los Bayaka utilizan un tipo de fonación polifónica para comunicarse a través de la espesa selva, así también hubieron de desarrollarse estrategias sonoras de comunicación en las abundantes y complejas distancias que imponen los Himalayas. En auxilio de esta dificultad vino a colaborar el fenómeno del Eco y por eso no es poco habitual que en geografías montañosas se desarrollen estrategias vocales semejantes, como el caso del canto Yodel en los Alples (conocido como tiroles), el canto polifónico o armónico mongoles y todas las técnicas de “garganta” de la zona Siberiana y Tibetana, donde una sola voz canta en simultáneo varias notas. Abrazados al auspicio del eco, los sonidos en las montañas recuperan la posibilidad de transmitir información en forma de señales audibles en las que la voz humana, por su biopotencialidad, no queda fuera. Siguiendo esta intuición el compositor famoso Tan Dun (ganador del Oscar a mejor banda sonora por la película “El Tigre y el Dragón”) diseño un concierto en la montaña sagrada de Songshan en China donde el instrumento a tocar fue la montaña misma. Usando las prehistóricas piedras de la montaña como instrumentos de percusión, amplificando el susurro del agua de sus arroyos y captando el viento con medio millar de dispositivos electrónicos el compositor consiguió convertir a la montaña en un monumental instrumento que entre los parlantes y el eco de sus íntimas cavidades consiguió hacer vibrar el paisaje de la provincia de Henan (en su explosiva creatividad Tan Dun hace música con el mundo que lo rodea, dejamos acá el enlace a un fragmento de su imperdible “concierto de papel” https://www.youtube.com/watch?v=vh-ZVdbC_FM)

El eco es también la expresión de lo que perdura vibrando como huella del sonido original. En ese sentido somos los ecos de esos primeros sonidos de los cuencos tibetanos y hoy día sumamos a sus vibraciones nuestra propia voz, la de esta posmodernidad que aunque saturada de digitales opciones aún lleva un espacio para el resguardo de las antiguas tradiciones de sonido. Apagando todos los estímulos tomamos nuestra baqueta, la unimos a un cuenco e iniciamos en su sonar los Ecos para los tiempos que vendrán.

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS

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