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Hacer sonar a la Bilis Negra

Hoy la llamamos “tristeza”, “apatía” o quizás “depresión”, y siendo como lo es un mal pandémico y riesgoso, en el pasado, más todavía en un pasado bien concreto como veremos, esta emoción perniciosa era un verdadero flagelo para la condición humana. La llamaban “Melancolía” y, curiosamente, no se hallaba ni en el cerebro ni en el corazón, sino en el hígado. La palabra viene del griego melos=negro (asociado con tristeza - melanoma) y Kholis=bilis. La melancolía era entonces “La bilis negra” y se afirmaba que de tan siniestra ella, y como a un niño, llevaba al diablo en su regazo. Con tal afamada potencia es de esperar que sin excepción si no era tratada llevara a la locura y era considerada uno de los cuatro humores cardinales (junto con la bilis amarilla, la sangre y la flema). Para este mal mas temible que el demonio una cura se postulaba posible: la música. El uso musical más efectivo contra este la Melancolia era el llamado “Ayre ingles” (siglo XVII) y fue utilizado amplia y eficazmente. El Ayre Ingles era una pieza con propósito terapéutica ya que se le pedía a esta combinación de sonidos que funcionara combatiendo esa honda pena de la melancolía y evitara de ese modo, y con sonidos, la locura de la bilis negra, o como diríamos hoy, nos haga egresar de la tristeza. Uno de sus compositores y ejecutores mas sobresalientes fue el músico, y médico, Thomas Campion. Ahondaremos en cómo funcionaba el mecanismo antimelancólico del Ayre Ingles de este compositor-curador. Antes de hacerlo, y porque siempre a la justeza histórica le resulta saludable el respaldo científico, mencionaremos que estos intentos efectivos del Ayre Ingles por mejorar la tristeza aguda fueron demostrados muchos siglos después gracias al trabajo de Susan Agrawal, de la Universidad de Princeton, cuando en 2002 en un estudio llamada “Las imitaciones de síntomas melancólicos humoral y optimista en la Música del Ayre Inglés” consigue justificaciones actuales al funcionamiento terapéutico-musical de entonces. Ahora sí, volvamos a la descripción de estas músicas curativas. Existían dos tipo de Ayre ingles: El que atacaba la melancolía en general y el que mejoraba la provocada por la pena amorosa. Las variables que se alteraban nos refieren una pista de cómo utilizar los ingredientes sonoros para hacer de la música una sustancia terapéutica. En principio tenemos siempre el tempo, que en este caso era cambiante, variable y sincopado, en clara emulación con el latido palpitante del padeciente; se utilizaba la tercera baja (hoy llamada tercera menor) por su evocación innegablemente triste y se le añadían intervalos extraños, incómodos y disonantes. La desproporción escalística esquivaba el orden y la estructura y funcionaba de imagen sonora de esta falta de quicio del melancólico. Así, por mímesis, la música conseguía su efecto terapéutico.

Hoy día estudiosos como Stephan Koelsch (Neurocientifico y Prof. De Psicología de la Mûsica de Bergen, Noruega) entre otros y el que más, gracias a los escaneos cerebrales, sugiere lo mismo, sólo que con otras palabras, nos hablan de escaneos, estructuras cerebrales responsables de modular la respuesta emocional, de sistematización en el uso de ciertas variables especificas. Es transhistorico e innegable, en el sonido, y en su experta y sabía combinación, la humanidad lleva una posibilidad para el bienestar.-

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