“Que la palabra proferida emita la energía suficiente para que la forma personal que le corresponde tome cuerpo en el mundo intermedio o sutil, no es en absoluto un hecho insólito para la fenomenología religiosa”
H. Corbin, La imaginación creadora en el sufismo de Ibn Arabi
“Así, sometidas a las celestes, las cosas terrenales asocian los ciclos de sus tiempos con su numerosa sucesión al, por así decirlo, canto de la universalidad”
Sobre la música – San Agustín
Los tiempos venturosos admiten como cotidianas la poesía y la maravilla. Tuvieron de esos tiempos los persas y consideraron posible pensar que todo había iniciado en un sonido que mudó su vibración al espectro visible y se hizo luz para luego, finalmente aquietarse como materia; también en Egipto el Demiurgo Atum y su emanación Ra fonaban para crear, pues la pronunciación de su deseo volvíase una realidad material. Los Athsbasca, una tribu canadiense, creían con potencia de certeza que la diosa Asintmah creó al mundo a partir de una gran manta tejida sobre la tierra cuyas hebras en vez de hilos eran canciones, también de manera semejante la tribu Hopi hablaba de una gran madre con forma de mujer-araña que da vida cantando. De vuelta en el oriente cuentan que se oyó una vez primera la alocución “Bhuh, Bhuvah, Svar” y tras ella, según los textos védicos y en las primeras palabras de Prajapati dichas frente a la Nada, consiguió crear el cielo, el paraíso y la tierra. Las cosmogonías sónicas son plurales imágenes de una época donde explicar, soñar, sentir y dilucidar eran experiencias hermanas; y si hablamos de imagen tenemos las célebres iconografías de Shiva que la muestran sosteniendo en su mano superior derecha un tambor que simboliza el sonido primordial que dio origen al universo. La rama mística del Islam, el sufismo, posee el precioso concepto del samā o audición mística o espiritual en la que se es capaz de escuchar en sentido amplio lo naturaleza de lo que Es, del Ser, que se expresa en un sonido mundanamente inaudible pero perceptible para quien se pone en disposición espiritual para escuchar. Todo en la existencia esta vibrando y en su oscilante manifestación produce una musicalidad natural de tal modo que no sólo, siguiendo estas cosmogonías, fue posible iniciarlo todo con un sonido sino que a su vez la naturaleza constantemente permanece cantando, incansable. Nuestra música humana, mundana, nuestros sonidos organizados en dispositivos inteligibles y volcados en codificaciones, nomenclaturas y proporciones racionales derivan del omnipresente canto de la naturaleza en su estar-siendo, sin embargo hacer esa traslación, esa adaptación de lo cósmico a lo humano, supone una predisposición y una vocación de escuchar, de escrutar lo existente vibrante y hallarle (o inventarle o componerle) regularidades para dotar de sentido esa evanescencia tan deslumbrante del sonido y de la música. ¿Cuánto de esa inaprensible totalidad de la naturaleza pervive en nuestra música humana? ¿Cuán posible es traducir la musicalidad de las esferas pitagóricas, o el “fiat luz” y el verbo creador semítico, o las maternales canciones americanas de la creación a nuestro sonar cotidiano y actual?
Sabemos que llevamos en los cuencos tibetanos una tradición vibrante y, acaso también, una traducción del sonido de lo natural al sonido humano. No pretendemos alcanzar las cumbres sublimes donde los sonoro nos funde con la totalidad pero si sentimos en esa intención una tensión que nos lleva a andar y por eso, como en la sana utopía, reiniciamos este ciclo anual más fuertes y misionados que nunca y llevaremos esa potencia en nuestros cuencos durante todo este año para iniciarlo todo con el sonido.-
VISHUDA CUENCOS TIBETANOS
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