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La batería de Mèzine

El hogar es la aspiración más central del ser humano porque el espacio que nos cobija nos constituye, nos ofrece el perímetro de la posibilidad de ser y en su ofrecerse refugio nos trae alivio térmico, seguridad y conservar objetos como propios. Tanto nos ofrece el hogar que por eso se nos vuelve una aspiración y termina por ser recompensado con nuestro esfuezo, nuestros recursos y nuestro amor. ¿Qué pasaría si, además de todos estos dones, nuestra casa fuera en sí misma un instrumento musical, un refugio sonante? Este prodigio pudo darse dentro de la cultura conocida como Magdaleniense, últimas de las que hubieron en el paleolítico superior en Europa y que por rasgo principal era su construcción de utensilios y refugios con huesos. En la actual Ucrania, en un yacimiento al aire libre llamado Mézine existen vestigios de una edificación sencilla, circular y perimetrada con huevos de mamuts, generalmente sus enormes cráneos y huesos pélviso. Por fuera este refugio era recubierto con pieles y pastizales para aislarla el interior del exterior y mantener fuera del alcance de sus habitantes al viento, la lluvia y la curiosidad de otros humanos que transitaran el lugar. Pero adentro los huevos que constituían su extructura permanecían expuestos y sin cubrir, no sólo para evitarse la fátiga de duplicar al aislación sino porque, y según se puede verificar, estos huesos eran percutidos como un instrumento musical, aprovechando a su vez la resonancia que la cavidad del refugio ofrecía. Incluso en algunos sector de la circular vivienda ósea algunos huesos fueron dispuestos de manera distinta, como emulando un xilofón y embellecidos con pinturas de rojo ocre, zigzageantes, espiraladas y con otras inspiraciones geométricas. El microscopio supo revelar las marcas de las percusiones reiteradas que harián del refugio de Mézine también la “Batería de Mézine”. No sabemos aún si uso era ritual, o meramente individual, si sus vibraciones óseas convocaban deidades, espantaban demonios o paliaban el tedio. Si sabemos que en su irrefrenable ansia de sonidos, el ser humano aún cuando hace casa las haces sonantes, y que decir hogar es, de alguna manera, decir música.-

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