Nos valemos del lenguaje en su mundanidad más evidente: nos sirve para enunciarnos, anunciarnos, comunicarnos en los asuntos cotidianos y en él, como cumbre de sublimidad, acaso podemos construir un objeto artístico, un poema, una canción y hasta ahí concebimos su potencia transformadora. Sin embargo, en tiempos anteriores (desde la antigüedad remota hasta los renovadores bríos del iluminismo) las palabras, además de medios de comunicación, podían implicar en sí un acción que operaba sobre la materia mudándola de forma o de lugar, como si en la combinación silábica se pudiera encontrar no sólo una extensión fonal de lo gramático (o una gramática de la palabra comunicante) sino un recurso transmutador de la materia. En aquellas épocas (y en aquellos lógicas místico-funcionales de la existencia) lo dicho llevaba más peso que hoy día y en cada pronunciación podía jugarse desde el futuro de algún objeto, hasta el destino propio o del mismísimo Universo. Cada palabra mágica, cada homilía, alocución, diatriba o prédica era (podía serlo) un tesoro y, porque no, un arma. Una de esas oraciones mágicas se hallaba en un libro escrito aparentemente por un papa histórico, Honorio de Tebas (Honorio III, papa número 177 entre los años 1216 y 1127). Si bien su obra literaria es el Liber censuum Romanae ecclesiae y Ordo romanus de consuetudinibus se le atribuye la escritura de un Grimorio, que es la denominación utilizada para todo libro de magia y ocultismo donde se prescriben conjuros, hechizos, encantamientos y modos fonales mágicas, es decir palabras transformadoras. El grimorio de Honorio de Tebas (en el caso que fuese el su autor real) pasó a la historia de este tipo de composiciones literarias como uno de los más aterradores por sus detalladas descripciones de invocaciones malignas. Entre ellas se halla la mención de unas formas fonales para conseguir el beneplácito de los espiritus elementales (controladores de los elementos y, en términos griegos míticos expresados en los Silfos y Gnomos para el aire y la tierra respectivamente y las Salamandras y Onidas para el fuego y el agua también en ese orden).
Sin embargo hemos hablado en muchas ocasiones de este tipo de recursos mágico-linguísiticos que se apoyan sobre todo en la semántica de la palabra dicha. Hoy queremos hablar de otro recurso que se consideraba necesario para volver a la palabra transformadora y que son el ritmo y la repetición, para acercar otro enfoque de lo que suele suceder con la fonación mántrica, apoyada fuertemente sobre este aspecto discursivo. En las tradiciones mágicas de la grecia antigua se utilizaba la figura del Políptoton, una repetición de palabras muy semejantes (es decir que compartían una misma raíz) que debían ser pronunciadas velozmente para generar el efecto mágico. Un poliptoton conocido se daba en la repetición de la fórmula “τέλει τελείαν τελετήν” utilizada sobre todo en hechizos eróticos y de anudación del deseo. El conjuro completo era el siguiente:
ὁρκίζω σε, νεκύδαιμον, [voces magicae], ἵνα μοι ἄξῃς τὴν δεῖνα καὶ κεφαλὴν κεφαλῇ κολλήσῃ καὶ χείλεα χείλεσι συνάψῃ καὶ γαστέρα γαστρὶ κολλήσῃ καὶ μηρὸν μηρῷ πελάσῃ καὶ τὸ μέλαν τῷ μέλανι συναρμόσῃ καὶ τὰ ἀφροδισιακὰ ἑαυτῆς ἐκτελέσῃ ἡ δεῖνα μετ’ ἐμοῦ, τοῦ δεῖνα, εἰς τὸν ἅπαντα χρόνον τοῦ αἰῶνος5 (“Te conjuro, demon de un muerto, para que traigas junto a mí a [nombre de la víctima], unas cabeza con cabeza, ates labios con labios y unas vientre con vientre y acerques muslo con muslo y juntes lo negro con lo negro y [nombre de la víctima] lleve a término sus deseos conmigo por todo el tiempo de la eternidad”). Otro recurso utilizado era el quiasmo que supone la reiteración de la misma palabra (a veces idéntica a veces con la reordenación de sus caracteres) y a veces aumentado su efecto con la gradación creciente como por ejemplo: “ἐνιαυτοὺς ἐξ ἐνιαυτῶν, μῆνας ἐκ μηνῶν, ἡμέρας ἐξ ἡμερῶν, ὥρας ἐξ ὡρῶν” (“por los años de los años, los meses de los meses, los días de los días, las horas de las horas”). En este momento del conjuro se ha superado el nivel semántico de la palabra para quedarse con lo meramente sónico, con el soporte frecuencial de lo dicho, para volver al lenguaje vehículo del sonido y de alguna manera invertir la habitual que supone volver al sonido vehículo del lenguaje. Si pensamos en las potencialidades benefactoras de estas repeticiones y lo más frecuente hoy día es que estos Políptoton y Quiasmos se den en la recitación mántrica, tenemos a disposición varios estudios que apoyan la eficacia y el beneficio fisiológico de estas fonaciones (citaremos sólo algunos brevemente: “Effects of Spiritual Mantram Repetition on HIV Outcomes: A Randomized Controlled Trial” de Jill E. Bormann y Allen L. Gifford; Efficacy of Frequent Mantram Repetition on Stress, Quality of Life, and Spiritual Well-Being in Veterans Bormann, y Tom L. Smith). Hoy día contamos con estas formas de volver evidencia objetiva algunos principios y búsquedas que la tradición sonora antigua aplicaba a ciegas y no siempre con las intenciones más benéficas.
Hay que abrazarse a la persistencia, la reiteración de lo positivo nos habitúa y relocaliza hacia la salud; hay que tocar los cuencos con insistencia para que sus sonidos, replicados, reiterados, como un conjuro benéfico, nos transformen hacía el mejor de nuestros posibles.-
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