Bedrich Smetana tuvo como Beethoven el don musical y la maldición de la sordera. Juntas estas dos concurrencias parecieran celebrar en un cuerpo la paradoja, y como dijera Borges en el poema de los dones “dios, que con magnìfica ironía, me dio a la vez los libros y la noche”. Sin embardo, eludidores de la paradoja, Beethoven, Smetana y Borges consiguieron superar las limitaciones que contravenían el ejercicio de su oficio artístico y no sòlo desarrollarlo sino volverse, además, sublimes. De Beethoven hemos hablado y seguro lo haremos en el futuro nuevamente. Pero hoy queremos amplificar en nuestras letras la proeza de Smetana.
Una infección de garganta, nimia en sus albores, basto para, prosperando, obstruirle severamente los oídos. En breves meses (de septiembre a octubre) perdió la audición del oído derecho y el izquierdo, absolutamente. Asì como en el testamento de Heiligenstadt Beethoven confeso su deseo de morir, Smetana escribió “si mi enfermedad es incurable, preferiría ser liberado de esta vida”. Aun hundido por la densa potencia de la depresión cuando a sus cincuenta y seis años, sordo y en un enloquecedor silencio, se le acercaron con el ofrecimiento de tocar el piano en un concierto, èl acepto. Sus compañeros en la proeza fueron un “nocturno” de Chopin y de su composición la “Polka en La menor”. La crìtica fue concluyente: “fue emocionante ver a un artista cuya ejecución conmovió tanto al público, sabedor de que ninguno de los sonidos que obtenia del instrumento podría jamar penetrar su alma”.
Fue asì como Smetana, y su música (juntos), vencieron la paradoja.
Comments