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La razòn musical de las palabras

La etimología muchas veces es en sí misma un sonido, más particularmente el de la sorpresa. Cuando nos topamos con una palabra de uso frecuente y rastreamos su origen no pocas veces hallamos una develación sorpresiva, de esas que no nos dejan silenciosos y por las que, inevitablemente tenemos que fonar algo, más no sea para exogenar la energía que trajo la revelación. Hoy miraremos en atención la hermosa y trina palabra Sinfonía. Bajo la estricta mirada de lo verbal hallamos una palabra compuesta de tres términos. El primero de ellos es συμ / syn, que implica conjunto, o juntos, o a la vez; el segundo termino es φωνή / phoné que tanto es sonido como la capacidad de emitir sonido (es decir su potencialdad); y finalmente la terminación ία / es la acción de, el acto de. Por ello sinfonía supone el acto de sonar en comunión, en la grupalidad, o la potencialidad de hacerlo. La filósofa Carolina Durán propone una acepción llamativa y reveladora, que implica entender Symphonein como “concuerdo”, como “concordar”, y al abrirnos esta posibilidad interpretativa nos vuelve sinfónico el cosmos en su totalidad, porque ya hablamos de algo sinfónico cuando esta concordado, cuando sus partes se remiten entre sí según un logos, una estructuración dotada de sentido, unificado en un sentido como totalidad. Muchos, sobre todo quienes amamos el arte musical, entendemos que el cosmos nos parlamenta sinfónicamente y que sus partes (es decir todo lo que es) esta haciendo una música concreta. Quizás sea la sonosfera del lugar que habitamos y tendremos destilada la música de nuestra cuadra, de nuestro barrio; quizás haya musicalidad dotada de sentido en una conversación entre amigos, en los silencios de los amantes, en el murmullo brioso del tráfico y en el llanto novedoso de un bebé. Nos gusta Sinfonia como concuerdo, quizás y por un tiempo llevemos con nosotros y como más probable esta acepción.

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