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Levitar con Sonido

“En otro tiempo los Uranidas vinieron á las bodas de Harmonía, y al son de la cítara y de la lira de Anfión, se alzaron las murallas de Tebas y sus torres entre dos ríos, en la llanura ver­deante de hierba que bañan Dirca y el Ismeno”

Eurípides – Las fenicias


“No hay nada más odioso que la música sin un significado oculto”

Frédéric Chopin, citado en Le Courrier musical



Conocidas son las historias de sonidos que destruyen murallas y edificaciones, pero existen, más escasos, otros relatos de sonidos constructores que elevan objetos. Uno de ellos es de los gemelos Anfión y Zeto, que tuvieron a su cargo la construcción de la muralla de Tebas, cuidad de la que fueron reyes. Emplearon para hacerlo estrategias distintas: mientras Zeto (destacado por su fuerza y laboriosidad) se esforzaba para apilar las enormes piedras, Anfión (más inclinado a las artes y las sutilezas) prefirió tocar su lira de manera tal que las piedras, influídas por su sonido, levitaban y una tras otras, casi danzando, se iban encimando para formar el enorme muro tebano. Otra historia cuenta que en México la Piramide del Adivino, en Uxmal, fue construída en una sola noche por un enano, hijo adoptivo de una bruja que lo encontró adentro de un huevo. Este hombre pequeño, tocando el Tunkul (un instrumento percusivo de madera), hizo con sonido levitar y ordenar las piedras formando la pirámide de 35 metros de altura. Otro clásico (y mítico) movilizador de la naturaleza fue Orfeo de quien cuentan que era capaz de hacer bailar las rocas y modificar el curso de los ríos con su música.

A esta propiedad de levantar objetos con sonido la ciencia moderna la llama “Levitación acústica” y desde los primeros trabajos de Louis V. King en la década de 1930 hasta los últimos logros de los investigadores Yoichi Ochiai, Takayuki Hoshi y Jun Rekimoto de la Universidad de Tokio se han conseguido sorprendentes avances. Se le llama levitación porque gracias a las ondas acústicas se mantiene a un objeto suspendido en el aire sin necesidad de ningún contacto con él salvo el del sonido. Y aunque hace décadas la ciencia puede mantener flotando con ondas sonoras algunos objetos (gotas de agua, bolas de poliestileno, cubos plásticos pequeños), hasta el año 2013 lo único que podía hacerse era moverlos en un eje fijo de arriba hacia abajo o de izquierda a derecha; pero gracias a las últimas investigaciones en Tokio se consiguió mover objetos de forma tridimensional creando un punto focal ultrasónico que puede ser desplazado sin inconvenientes. Como las ondas usadas son ultrasónicas (es decir que están por sobre la capacidad de escucha del ser humano), el sistema pareciera funcionar en silencio, aunque en realidad no sólo usa frecuencias sonoras muy altas sino, además, niveles de presión sonoro muy intensos (de incluso más de 150db). Se espera que con el tiempo sea posible manipular con sonido objetos de cualquier peso y volumen. (para quienes deseen ampliar les compartimos aquí reseñados tres estudios científicos al respecto: 1- "Acoustic levitation of liquid drops: Dynamics, manipulation and phase transitions”, 2- "Dynamics of levitated objects in acoustic vortex fields” y 3 –“Acoustic levitation of an object larger than the acoustic wavelength”).

Existe también en el Tibet una aparente tradición de construcción con sonido. La historia la cuenta el ingeniero de aviación sueco Henri Kjellson quien aseguró haber observado en 1930 cómo los monjes tibetanos elevaban piedras de alrededor de un métro de diámetro utilizando sonidos. Según su relato la roca era intervenida por el sonido de 19 músicos que tocaban con exactitud medida sus instrumentos, al tiempo que otros 13 sonaban grandes tambores mientras, detrás de ellos, un coro de 200 monjes estratégicamente ubicados cantaban. Según el ingeniero sueco estos sonidos ejecutados por todo el conjunto de los monjes-músicos-constructores, conseguían que las piedras de repente volaran parabólicamente ubicándose más arriba de la montaña y facilitando la construcción de sus monasterios. El piloto neozelandés Bruce Cathie, basándose en el relato y los textos de Kjellson calculó que aparentemente las ubicaciones de los monjes cantores, los músicos y las piedras siguen los parámetros del número “pi” y las proporciones áureas, así como también está presente el número 5024 (producto de “pi” por la proporción áurea), pero eso ya es parte de otra historia que merecerá ser observada con más precisiones…

Al sonar los cuencos tibetanos se vuelve evidente que sus sonidos tienen muchos más secretos por compartir y que, acaso, la mejor manera de hacer palpable esta intuición es el efecto que nos dejan, esa sensación tan plácida que es posiblemente próxima a levitar.

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS



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