“La física explica en cierto modo el mecanismo de los sentidos y la formación de las ideas; pero en la facultad de querer o de elegir, y en el sentimiento de este poder, sólo se encuentran actos puramente espirituales, de los cuales nada se explica por las leyes de la mecánica”.
“Necesitamos intuiciones, ideas y, a ser posible, ideas que nos permitan criticar, perfeccionar y comprobar críticamente. Hasta que sean refutadas tenemos que tolerar también ideas dudosas”.
Hablar de lo sensible con precisión es un intento heroico. Las sensaciones siempre se vuelven más explicables por la poesía que por la ciencia. El Amor, el Desconcierto, la Náusea, son monumentales contundencias en el cuerpo y trasladarlas con precisión al lenguaje es corromperlas al punto de traicionarlas. Sin embargo para difundir las posibilidades sensibles de una técnica, el sonido como recurso terapéutico en nuestro caso, se vuelve necesario encontrar un modo de contar lo que se siente. El Investigador Peter Hess, de la Escuela Superior Técnica de Posen en Alemania, para contarnos que los patrones del funcionamiento cerebral al escuchar un cuento tibetano se asemejan a los del sueño encontró esta manera: “la calma mental permite al subconsciente admitir nueva información y ordenarla; de esta manera se superan los bloqueos y miedos y se movilizan las fuerzas autocurativas”. Es, lo sabemos, una descripción insuficiente; las sensaciones que traen los sonidos de los cuencos son indecibles y cualquier palabra que quiera cristalizarlas para entenderlas está de por sí lejana de la posibilidad de hacerlo. Sin embargo para nosotros Vishuda es este el modo, aproximarnos con segura calma a una manera precisa de compartir esa fascinación infatigable de tocar y escuchar los Cuencos Tibetanos.
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