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Lo que pueden los sonidos

“¡Cuán a menudo arrebataron a muchos el dulce regreso al hogar, haciéndolos perecer devorados! Sin reparos, también para los Argonautas dejaron fluir de sus bocas el canto armonioso.”

Apolonio de Rodas - El viaje de los Argonautas


“La música hechiza hasta la desgracia más feroz, y desarmar puede la rabia más severa del destino”

Alexander Pope – “Ode for Music, on St Cecilia´s Day”




Infalibles y monstruosas, si descontamos su mitad semejante a la de un pez (o un ave para algunos), habría que reconocer en las Sirenas una legión de atributos: belleza, condición anfibia para disfrutar el mundo de la tierra y el del agua, elocuencia en el decir y sobre todo la capacidad de encantar con música. Sus sonidos corruptores eran tan potentes que aún los más bravos sobrevivientes de aventuras imposibles no conseguían alienarse de su influjo y presos por esta fascinación musical terminaban desgarrados al impactar voluntariamente sus naves con las rocas. De su infausto catálogo de víctimas consiguieron eximirse sólo tres hombres: Ulises, Butes y Orfeo. Estos dos últimos eran Argonautas que al pasar por la hermosa isla de Antemoesa se vieron asaltados por los cantos hechizantes de las Sirenas. Como era Orfeo un mago-músico combatió con sus cantos y el sonido de su lira los conjuros musicales que de las rocosas orillas provenían. Intentando superponer sus sonidos a los de ellas la tripulación acompaño esta iniciativa cantando a coro la música propuesta por Orfeo consiguiendo ocultar bajo sus propios cantos los de las Sirenas. Céfiro, el dios del viento, colaboró con los embarcados y raudamente formó una ola grande y salvadora que los apartó de la isla, pero en ese instante y usurpado por unas irrefrenables ganas de oír, el guerrero Butes abandonó su puesto en la nave Argos y poseso por la musicalidad de las Sirenas se precipitó hacia el agua nadando con trágica fuerza hacia la orilla. Desgraciado y embriagado Butes iba al encuentro con su muerte si no fuera que la diosa Afrodita se conmovió al ver que las brazadas de Butes se movían por el auspicio que trae la belleza, y entendiendo la vulnerabilidad de este duro hombre a los sonidos de las Sirenas se conmovió y rescató al héroe elevándolo por el aire antes de que llegara a la orilla.

Como reverso positivo al efecto de los sonidos de las Sirenas, en la historia médica griega anterior a Hipócrates existía la figura del “ensalmador” o encantador con sonido καθαρταí (kathartaí) como uno de los agentes relacionados con la reconquista de la salud, junto con los “cortadores de raíces y plantas” ριζοτóομος (rizótomos) o los “ungidores de medicamentos” íατραλεπτης (iatraleptis). Los ensalmadores cantaban conjuros llamados “ensalmos” en busca de la mejoría de los padecientes. Esta acción terapéutica de la palabra y el canto pareciera diferir de otros usos similares dados en la antigüedad conocidos como magia nominal en donde era el “verdadero nombre” de las cosas o la combinación secreta de caracteres la que conseguía el encantamiento, como en las oraciones compuestas por palabras dotadas de sentido mágico (la fórmula “maskelli-maskello” que se encuentra en los textos encontrados en los desiertos de Egipto conocidos como “Papiros Mágicos Griegos”, o las palíndromos que siguen un patrón sonoro como akrakanarba, santalala, sesengenbapharanges, akhaiphothotho, ablathanalba, akramakhari, phorphora o borphorba). El ensalmador griego no debía buscar un nombre secreto sino agradar con su decir a los dioses para que satisfechos de la belleza del canto gobiernen el proceso de la mejoría del padeciente.

Los sonidos son una transhistórica potencia y consiguen sin excepción obran transformaciones. Los cuencos tibetanos nos acompañan en este intento por agradar el existir y vibrando nos dejan un recurso para nuestro bienestar. Y como Orfeo consiguió combatir las feroces intenciones de las Sirenas con sus vibraciones, así con nuestros cuencos llevamos la posibilidad de hacer frente a las desarmonías que nos acechan y continuar nuestro viaje hacia las mansas aguas del venturoso porvenir.-

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS

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