“ Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
Los astros y los hombres vuelven cíclicamente;
Los átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras….”
Jorge Luis Borges, "La noche cìclica"
El panteón romano hasta pudo darse el lujo de tener un dios de las puertas: Jano, dios de las puertas y, en consecuencia, de los finales y los inicios. También fue, por su función de portero, el dios de los ciclos, y no por nada el primer mes del año es dedicado a él, en el latín hizo su viaje de Ianuarios a Janeiro a Janero y finalmente a Enero. Los egipcios poseían el concepto del Neheh para señalar la circularidad del tiempo, y en Grecia Platon bravuconeaba al respecto diciendo “el tiempo es la imagen móvil de lo eterno”; y ni que hablar del concepto de ciclo por antonomasia que comparten el hinduismo, el budismo, el jainismo, el bôn y otras creencias mas: el Samsara o rueda de las reencarnaciones.
Los Cuencos Tibetanos, por su forma circular, evidencian la repetición del ciclo, la vuelta como reinicio de la sonoridad. Sin embargo, aunque la mueca de la repetición sea evidente, cada vuelta, cada vez que la baqueta revisita un lugar en el borde del cuenco, el sonido es único e inaugural, de modo que aunque pareciera que se repite el gesto, todo el tiempo es nuevo, es irremplazable, y todo sonido es bienvenido. Celebramos con ustedes, sonando, este ciclo que se reinicia.