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Los Sonidos en la oscuridad

Shi Kuang era capaz, decían, de profetizar el porvenir escuchando música pues aseguraba encontrar dentro de los sonidos la elocuente presencia de la divinidad. A partir del siglo VI a.c se le registran prodigios musicales variados, como detener el trote de una tropilla de caballos con los sonidos de su Guzheng (un cordofono de la famila de la cìtara semejante a una guitarra de mesa) o modificar el vuelo de los pájaros a voluntad. Pero su potestad más perturbadora era la que lo postulaba capaz de influir con la música en la caída de un monarca o la ascensión de un nuevo rey. Shi Kuang aseguraba que como la música refleja las leyes universales si ella es armónica y bien compuesta es capaz de formar en la ciudadanía fuertes cimientos morales y éticos que sostengan el prospero devenir de una sociedad saludable, pero si acaso los sonidos se anudan de manera indebida y reflejan ya no las leyes del cosmos sino las formas ingentes de lo caótico entonces la sociedad se tuerce en sus raíces y como un rizoma purulento crece putrefacta. La música así entendida adquiere una dimensión cívica y a su vez sagrada, siendo que de ella depende la conducción del alma y las costumbres del conjunto humano. Con semejante poder en sus musicales manos no es de extrañar que el rey Jin tuviera al músico próximo en su grupo de asesores e intentara que, a su vez que cercano se encontrara dichoso y tranquilo para no alentar la subversión con sus sonidos. Una noche que compartían los nobles el agrado del viento primaveral el rey pidió a Shi Kuang que sumara al placer del momento alguna de sus canciones sagradas. El músico alertó que no todos los oídos podían escuchar la música elevada en su esencia, la mas cercana a lo sublime. El rey insistió y Shi Kuang comenzó a sonar su Guzheng, avisando que graduaría la sublimidad de las canciones para no interceder con la salud del monarca, porque si la música sagrada se encontraba con oídos inmerecedores de esas vibraciones el resultado podría ser peligroso. Con la primera canción una bandada de grullas apareció rasante a la cabeza del rey presagiando buenos tiempos. Dichoso el rey Jin ordenó al músico continuar aumentando la condición sagrada de los sonidos y Shi Kuang, aún considerándolo riesgoso, lo hizo. Entonces sucedió que apareciendo los sonidos mas sagrados no encontraron oídos dignos y en esta inversión del orden la naturaleza convocó a las oscuras nubes de la tormenta que tejiendo en sus adentros copiosas lluvias y truenos comenzaron a agredir el palacio. Tan fuerte fue la queja de la naturaleza que el rey salió corriendo en busca de refugio y sólo ahí, entendiendo aprendida la lección, Shi Kuang detuvo su canción. La historia supo decir que Shi Kuang pudo conocer tanto los sonidos porque era ciego, e inauguro en oriente una larga tradición de adivinos, magos y músicos que no pudiendo ver con los ojos encontraban en los sonidos una extensión de su videncia, como los Biwa Hôshi del Japón o los Kobzars Ucranianos. Mucho tiempo después de sucedidos los sonidos de Shi Kuang la Dr. Yulia Lerner, investigadora de la conducta cerebral en la Universidad de Tel Aviv, consiguió demostrar con estudios de resonancia magnética funcional que cerrar los ojos aumenta el efecto emocional que produce la música (recomendamos a quienes deseen ampliar el tema leer de esta investigadora “Amygdala Mediates Eyes-Closed Effect on Emotional Experience with Music”). Para quienes deseen ampliar las posibilidades de la lectura musical en invidentes les recomendamos ampliar el tema buscando sobre “musicografìa Braille” (en este enlace pueden encontrar mucha mas información y enlaces especìficos https://www.once.es/servicios-sociales/braille) o buscar en las organizaciones de apoyo a músicos ciegos como Music Education Network for the Visually Impaired y National Resourse Center for Blind Musicians.

Es innegable la visión interna que emerge al oír el sonido de los cuencos tibetanos. Por eso muchos que por primera vez se encuentran con estos sonidos tienden a cerrar los ojos para mejor percibirlos, como si supieran que el paisaje que abren los cuencos es una maravilla interior.-

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