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MusiMatica, MateMúsica o el incognoscible orden que subyace

“Uno trata de concretar sobre el papel modesto los besos más dulces de la señora Música – cuando cree que ha evocado una visión de éxtasis eterno- y ¿qué es lo que oyen esos tontos? No oyen música, sino solo notas, compases, dinámica, formas y otras trivialidades por el estilo”

Paul Hindemith, Carta a Emma Ronnefeldt de 1917, durante su estancia en el conservatorio de Francfort


La música es un ejercicio aritmético inconsciente en el que la mente no sabe que calcula.

Gottfried Wilhelm von Leibniz


A lo largo de este año compartimos, disfrutamos y reflexionamos juntos sobre el sonido a partir de historias de la antigüedad y de conocimientos científicos de nuestra posmodernidad: supimos de los gemelos Anfiòn y Zeto que para levantar el muro de Tebas prefirieron uno la fuerza y el otro la música para ordenar las piedras unas sobre otras; también supimos de la moderna levitación acústica científica y de la ni moderna ni científica levitación de piedras en el Tibet descripta por el ingeniero de aviación sueco Henri Kjellson en la década de 1930; disfrutamos de la victoria de Orfeo cuando con la potencia de su lira consiguió ablandar la voluntad de los reinantes del inframundo Hades y Perséfone y así lograr que su amada Eurídice pudiera intentar el retorno al mundo de los vivos; nos sorprendimos de la magia de los sonidos en el arpa hecha con la madera del sagrado árbol Kiri que solo Peiwoh pudo hacer sonar; conocimos a los dioses Wandjina que en Australia y desde los cielos hacia donde partieron obsequiaron a los hombres el didgeridoo; padecimos el trance demencial que el fauno Marsias sufrió a escuchar el aulòs que Atenea dejara caer y por el que se sintió equivocadamente capaz de desafiar a Apolo en un combate musical; y, entro otras muchas historias, sentimos con los feroces vikingos Berserkers que se estimulaba nuestro ánimo guerrero al describir los sonidos de sus orquestas militares y los éxtasis que generaban sus vibraciones. Pero… ¿Qué sucedería si pudiéramos encontrar la razón objetiva que hace que la música encante a las personas?, ¿si a esta fascinación trans-histórica que la música nos genera pudiéramos formularla en términos estructurales y conceptualmente estáticos? A eso se dedicó el Dr. Jacob Jolij, neurocientífico de la Universidad de Groningen en Holanda. Financiado en un principio por la empresa Britànica Alba para determinar de qué modo puede la música manipular el estado emocional, terminó el Dr. Jolij por dar con una precisa ecuación que llamo "The Feel Good Song Formula” (“Formula de la canción del bienestar”) y qué explicaría qué requisitos debe cumplir la música y la organización de los sonidos para darnos felicidad. Según su investigación la fórmula para dar felicidad con la música sería:

Las variables que propone esta ecuación son los beats por minuto (bmp, lo que llamamos “pulsaciones por minuto” y sirve para medir el ritmo de la música), el tipo de modo de la canción (si esta en modo Mayor o Menor), la cantidad de acordes que incluye y por el último el tema sobre el que trata la letra de la canción. Según propone este estudio para que una canción (también pensada como una forma de organizar los sonidos) nos haga sentir bien debe tener un ritmo más elevado que el de una canción pop promedio (que es de 118 bmp) y rondar los 150 bmp; debe además estar en modo mayor (esto significa que sus acordes se armen básicamente con intervalos de tercera mayor) y tener una cantidad de acordes un poco mayor a 3 acordes en total, cuidando de no ser más simples de eso pero tampoco mucho más complejas. Por última variable sugiere el Dr. Jolij que preferentemente, en relación a la letra si existiera, los temas preferidos son los alegres y, entre ellos, sobre todo los que aluden a la idea de las vacaciones. A esta ecuación se la conoce como Feel Good Index (FGI) y de acuerdo al número que arroja determina cuanto más capaz de modular el estado emocional de manera positiva comporta la canción; cuanto más alto es el valor de FGI mayor sensación de alegría y bienestar debiera procurar a quien la oye. Las razones que subyacen a estas evidencias aún están indefinibles en la niebla, siendo que no pueden explicar con certeza porque los modos mayores y menores generan distinto estimulo emocional, ni tampoco porque algunos bmp específicos operan de ciertas maneras. Sin embargo algo en la organización de los sonidos nos grita una regularidad y, de apoco, estamos volviéndonos capaces de oír esos patrones.

Afortunadamente los caminos que llevan al agrado con sonidos son múltiples: muchas veces sucumbimos a la feliz sensación que nos traen sonidos organizados tras estas fórmulas matemáticas, otras nos sorprende una musicalidad hecha al ritmo de un corazón bien intencionado y otras tantas la mera fonación de una persona amada puede inundarnos de una alegría indecible. Para los que trabajamos con sonido se vuelve necesario desarmar las causas, deconstruir las razones y buscar en los pormenores de lo musical los resortes que nos permitan colaborar con el bienestar de los demás vibrando. Los cuencos tibetanos son uno de estos recursos y entendemos que deben usarse con la competencia técnica del estudio pero también realizarse a partir de la intuición y ese saber fuera del lenguaje que sólo es Sentir. Creemos necesario hermanar estas dos técnicas y que una no fagocite a la otra, ni que se desconozcan entre sí; formarse en la técnica y los conceptos teóricos pero también intencionarse humanamente. Siempre juntas, estas polaridades podrán dar una nueva dimensión a la posibilidad del sonido como recurso para el bienestar. Humildemente quisiéramos sumar otra variable a la ecuación del Dr. Jacob Jolij… sentimos en Vishuda Cuencos Tibetanos que los sonidos de los cuencos traen alegría si reverberan en los oídos de nuestra familia vibrante, que son aquellos que como nosotros haciendo sonar sus instrumentos pueblan al mundo de sonidos intencionados de felicidad y armonía.

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS


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