En la interminablemente extensa historia de la etiología (estudio sobre las causas de las cosas), y sobre todo en las causas de la enfermedad, encontramos la atractiva teoría del WHDW egipcio o la peritomata para los griegos. El término egipcio WHDW (wechdu para volverlo pronunciable) alude a una sustancia nociva que residía en el intestino grueso y era la causante de muchas enfermedades. El WHDW producía putrefacción intestinal y con ella se iniciaba, ineludible (pues comer es un habito impostergable), el riesgo constante de enfermar y morir. El Wechdu podía pasar a la sangre, generar coagulaciones y pus y con ello la fiebre y la alteración del pulso iniciaban un proceso de peligro vital para el padeciente. La cura consistía generalmente en purgas de varios días que hasta están reseñadas por el historiador Heródoto. Egipto contaba con dos fuertes tendencias médicas encarnadas en las escuelas de Imhotep y la de Heliópolis y en ambas la teoría de los residuos putrefactos era aceptada como causa central de enfermedad. Esta etiología intestinal consigue prosperar también en Grecia donde Eurifón de Cnidos (médico griego de mediados del siglo V a.c) la traduce por Peritomata. Esta nueva etiología supuso un cambio cultural genuinamente importante porque empezaban a desasociarse las causas de la enfermedad de las razones sobrenaturales y empezaban a correlacionarse con acontecimientos naturales, la physis como razón de las acontecimientos del cosmos y en ella el nacimiento de la razón como mecanismo y metodología para indagar la vida y, en ella, lo vivo. Hoy día la etiología está tremendamente avanzada en su capacidad de concebir el origen de la enfermedad y por eso nos planteamos la pregunta sobre el efecto de la música en los procesos digestivos.
El enlace entre los usos de la música y el funcionamiento digestivo está dado por el ánimo. Las emociones influyen en la forma en que funcionan los procesos digestivos y por eso siendo la música una obvia influencia sobre el estar anímico puede a su vez colaborar con el mejor andar del sistema digestivo. En primer lugar un contexto emocional plácido mejora el caudal de saliva en la masticación y deglución e influye tanto en la presión sanguínea como en la generación de ácidos estomacales. Hay dos estudios sobresalientes en referencia a esta materia. El primero fue llevado a cabo por el Instituto Neurológico de Montreal que investigo por vía de resonancias magnéticas cerebrales las zonas cerebrales relacionadas con la escucha musical y la ingesta de comida y bebida, resultando semejantes por vía del contacto en el uso del sistema de recompensa del cerebro y sobre todo por el célebre (para quienes nos gusta estudiar la música y el cerebro) grupo de neuronas del encéfalo llamado núcleo accumbes donde se producen las reconfortantes (y reafirmantes) sensaciones de placer. Otra de las razones de conexión entre la música y el sistema digestivo estaría dada por la función del nervio vago o neumogástrico quien lleva una acción de fuerte responsabilidad en el proceso de la digestión ya que se relación con la peristalsis gastrointestinal, los movimientos muscaleres de la boca, la saciedad posterior a la ingesta de alimentos, pero también está relacionado con el habla y algunas fibras inervan la porción interna del oído externo. Este nervio también interviene al darse la relajación corporal al descanso disminuyendo la frecuencia respiratoria y cardíaca. Por eso si la música puede influir positivamente en las emociones podría (según la interrelación con el nervio vago y las zonas de recompensa cerebrales) mejorar la función digestiva. Por otro lado en la Universidad de Cornell en Nueva York, un estudio conducido por el profesor Brian Wansink, director del laboratorio Food and Brand, demostró que al verse influído de manera relajante con música se ingiere un 18% menos de alimento, algo así como 175 calorías menos en promedio en cada ingesta gracias al estado plácido inducido por la música. Por el momento no se ha concluido que la música pueda influir en la calidad de los alimentos elegidos (es decir hacernos preferir comida saludable por sobre la que no lo es) pero sí puede modificar las cantidades en la ingesta. Así como el estress genera las sustancias secretina y colecistocina relacionadas con el apetito y por ello nos hace comer más, por vía contraria la música podría conducirnos hacia hábitos de alimentación más saludables por lo menos en términos cuantitativos.
En vistas de estas posibilidades pondremos a sonar nuestros cuencos mientras comemos, para que nuestro ser en su integridad, en su totalidad funcional, escuche y reaccione al ritmo de las vibraciones de los cuencos tibetanos. Buen provecho.-
VISHUDA CUENCOS TIBETANOS
Gracias por tan maravillosa información. Gracias gracias gracias!!