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Nuestra canción indeseada

Envolviendo en pañales una enorme piedra, la puso en manos del gran soberano Uránida, rey de los primeros dioses. Aquél la agarró entonces con sus manos y la introdujo en su estómago, ¡desgraciado! No advirtió en su corazón que, a cambio de la piedra, se le quedaba para el futuro su invencible e imperturbable hijo, que pronto, venciéndole con su fuerza y sus propias manos, iba a privarle de su dignidad y a reinar entre los Inmortales.


Teogonia - Hesiodo


Por eso cabe decir que el ruido triunfa, más que donde es oído, donde no deja oír

El Silencio primordial - Santiago Kovadloff



Zeus, semejante también en este aspecto a los hombres, al nacer lloró, y del contacto de sus lágrimas con la tierra brotaron Peoneos, Epimedes, Iasos Heracles e Ida, cinco hermanos conocidos los Curetes (Κουρήτες). Gea y Urano habían profetizado a Cronos que, tal como èl lo hiciera con su padre, uno de sus hijos lo derrotaría y se haría con el poder supremo de los dioses. Entendió Cronos como infalible el plan de comerse a sus hijos conforme nacieran y así lo hizo con Hestia, Demeter, Hera, Hades y Poseidón. Pero Rea, esposa de Cronos y madre de los anteriores fagocitados, quiso interrumpir estas ingestas filiales y cuidar a su hijo Zeus, pronto a nacer. Se escondió en la isla de Creta en una cueva y dio a luz al dios Zeus pariéndolo en forzado silencio para no alertar a Cronos de la existencia de un nuevo hijo y, por lo tanto, de un nuevo riesgo. De entre todos los sonidos que el mundo tiene por inevitables el llanto de un niño recién nacido es el mas indomable, por ello fue necesario ocultar las vibraciones recién nacidas de Zeus y para lograrlo los Curetes, cada vez que el dios lloraba, palmeaban, gritaban y realizaban todo tipo de ruidos para que Cronos no oyese al niño recién nacido. Lo que entonces fue una herramienta sonora protectora que los Curetes en su custodia del dios niño supieron usar a favor de la vida, en la actualidad el ruido es de los usos del sonido que mas afectan las posibilidades de los seres vivos de relacionarse; y la paradoja sobreviene cuando constatamos que no son éstas deliberadas composiciones de conspiradores que intentan con sonidos atentar contra la paz de los humanos, sino que por el contrario somos todos compositores y ejecutantes de esta gran canción inarmónica: el ruido.

De entre las contaminaciones que sufre el mundo hoy día el ruido es el único que no siendo acumulable es sin embargo peligroso. Expatriado del concepto de “Sonido” y vagante en la selva de lo catalogado sin certezas, el ruido es siempre un acontecimiento no deseado, una ocurrencia vibratoria sonora que desagrada o molesta y que puede prosperar desde la mera sensación indeseable hasta el punto de provocar afecciones concretas en la salud. De entre todas las variables que componen el sonido la que resulta en primeras instancias mas lesiva es la intensidad (lo que entendemos comúnmente por volumen). El límite de la tolerancia a la intensidad se traza en los 65 decibelios (db). Hasta esa frontera el oído humano puede percibir las variaciones de presión del aire sin sufrir alteraciones significativas, pero al aumentar la intensidad del sonido comienzan síntomas específicos que van desde el insomnio, la fatiga, el estrés, la agitación respiratoria y la taquicardia hasta la menor irrigación sanguínea de los músculos, y que al superar los 85 decibles ya prometen disminución de la secreción gástrica, aumento de la glucosa en sangre y otros daños cada vez mas riesgosos conforme la intensidad del sonido aumenta. Hoy día la contaminación sonora es una pandemia. Entre la legión de victimas de esta expansión del ruido está el carbonero común macho (Parus major), un ave que tuvo que aumentar los sonidos que emite en sus lances amorosos para poder ser oída por encima del ruido causado por los seres humanos. Las hembras de esta especia prefieren para aparearse a los machos que cantan con frecuencias lo mas baja posibles, pero como estas frecuencias son mas difíciles de percibir por el ruido circundante, los machos se ven obligados a buscar estrategias mas evidentes para enfatizar su presencia y por eso deben agudizar sus cantos reproductivos y florearse con sonidos de mas altas frecuencias. Lo mismo sucede con el croar de las ranas que en circunstancia de comunicar su intención sexual siempre tiende a ser lo mas grave posible pero que por la contaminación sonora no alcanza a ser oído por sus parejas aspirantes. La Universidad de Melbourne en Australia demostró que la distancia de comunicación en las fonaciones de apareamiento de los machos de la especie de las ranas se redujo de 800 metros a 14 metros en las zonas con trafico automotriz, y por ello para compensar esta dificultad hija del progreso en los transportes, las ranas croan en frecuencias mas agudas y aunque consiguen hacerse oír por las hembras no consiguen conquistarlas y del rechazo de la propuesta amorosa surge la cada vez mas acuciante ausencia de ranas en zonas donde antes eran frecuentes.

Cada vez que sumamos las vibraciones de los cuencos tibetanos a la madeja de sonidos que conforman el mundo sentimos que brota como posibilidad la armonía y así, atenuando el ruido y trocándolo por la musicalidad del sonido de los cuencos quizás pueda nacer una canción de concordia entre nosotros y la Naturaleza.

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS

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