Cuando Anaxilas, tirano de Rhegium, venció en los Juegos Olímpicos en la carrera de carros, antes de abandonar la pista, pidió traer urgente al poeta Simonides de Ceos para que componga una canción en celebración a su proeza. El Epìnicion (traducción de la palabra ἐπινίκιον compuesta por dos tèrminos “epi” que significa sobre y "Niké” que significa "victoria") era el nombre específico de la música que componían los griegos para celebrar la proeza deportiva. Quizàs estas canciones celebratorias de la destreza atlètica hayan nacido como himnos a Heracles, el fundador de los Juegos Olìmpicos, o en homenaje a Polideuces (Pòlux), uno de los Dioscuros y el gemelo boxeador de Castor. De las epikinias mas famosas que se conservan sobresale la oda pìndara de celebración a los atletas de las cuatro contiendas deportivas mas famosas de la Grecia clàsica conocida como juegos Panhelènicos, que se componian de los Juegos Olímpicos, los Juegos Píticos (realizados en el santuario de Delfos, premiados con una corona de Laurel y dedicado a Apolo), los Juegos Nemeos (celebrados en Nemea y premiados con una corona de apio) y los Juegos Ístmicos (propios del istmo de Corinto y premiados con coronas de pino). La composición epinicia llevaba una forma triàdica (estrofa, antistrofa y una epode o conclusiòn), se interpretaba por un coro llamado chorodidaskalos acompañado del aulos que antes mencionabamos. Estos himnos de celebración fueron de los primeros que se pagaban a los poetas porque permitian amplificar la gloria de los atletas mas allà del alcance de las voces y decires y volver al deportista en modelo del ideal humano de su comunidad.
Si pensamos en la posibilidad de la mùsica de influir en el rendimiento deportivo debemos llevar la vista hacia el inicio del siglo XX, cuando Macdougall con su publicación “The relation of auditory rhythm to nervous discharge” postula por primera vez que el ritmo influye y favorece los movimientos fìsicos mejorando la performance atlética. Tuvo que pasar sin embargo mucho tiempo para que se la incluya dentro de los metododos ergogenicos (aquellos que aumentan la capacidad innata de trabajo fìsico); recien a inicios de la dècada de 1970 empezo a considerarsela un recurso sinergizador de la actividad deportiva gracias al celebre trabajo de Lucaccini y Kreit “Ergogenic aids and muscular performance”. Desde entonces la ciencia a podido comprobar que la estimulación musical proporciona un efecto de distracción temporal que retrasa la percepción de la fatiga; generando una menor respuesta simpática se concentran menos catecolaminas, se disminuye la vasoconstricción arteriolar favoreciendo al mùsiculo esquelètico en actividad; se evidenciaron beneficios de la escucha musical en parámetros especìficos como la frecuencia cardíaca (HR), el Rango de Esfuerzo Percibido (RPE) de Borg, el lactato sanguíneo, la presión arterial (BP), la Encuesta de Actividad Física (PAQ) o la Escala de Sentimiento Bipolar. Y en estos últimos años estudios como los de Chtourou y Jarraya en relaciòn a los beneficios de la música en el rendimiento deportivo y los de Millar en relaciòn a la disminución de hormonas de estrès (betaendorfinas y cortisol) solo con escuchar música, no hacen sino confirmar la intuición griega que los llevò a acompasar el movimiento de los atletas con sus canciones, dejandonos en la Epìnicion no sòlo una forma de arte sino una sugerencia sobre los efectos de los sonidos en el movimiento del cuerpo.
Cada sonido lleva intrínseco un movimiento y en los cuencos tibetanos vibra en potencia toda una danza. Tocar un cuenco es sugerir con sonido otra forma de estar e inagurar una trayectoria donde nuestra totalidad se expresa inevitablemente vencedora de su bienestar.-
VISHUDA CUENCOS TIBETANOS
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