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Planetas y Sonidos

“El geómetra, no se sirve de sus facultades sensibles, no ejercita su vista para juzgar ni bien ni mal la recta, el círculo o cualquier otra fi gura, siendo esto más bien tarea del carpintero, del tornero o de otros artesanos. Pero para el estudioso de la ciencia musical es fundamental, en cambio, la exactitud de la percepción sensible, porque no es posible que quien tiene una percepción sensible defi ciente pueda explicar convenientemente fenómenos que no ha percibido de ningún modo”

Elementa Harmonica – Aristoxeno


“…mira cómo la bóveda del firmamento está tachonada de innumerables patenas de oro resplandeciente! (refi-riéndose a los planetas, estrellas etc.) No hay ni el más pequeño de esos globos que contemplas que con sus movimientos no produzca una angelical melodía que concierte con las voces de los querubines de ojos eternamente jóvenes”

El mercader de Venecia – W. Shakespeare



Saturado de intuiciones y ecuaciones, el joven Kepler mirando uno de los muchos cielos estrellados que cubrían las noches en Baviera, sospechó que la evidencia de Dios, que el escuchaba en la música, debía estar a su vez representada en los astros. Decidió hacer matemáticamente evidente esta relación de la armonía universal con el movimiento planetario y develar así la polifonía que subyace en la deriva de los planetas. Las dos obras donde quedó sentado este intento de conciliar el sonido y los astros fueron Mysterium Cosmographicum (1956) donde lo intenta calculando las distancias planetarias y suponiendo sus orbitas circulares, y Harmonices mundi (1619), después de su primera ley sobre la elíptica de la orbita planetaria, donde ya la razón de su búsqueda no está en la distancia de los planetas sino en la velocidad con que se mueven. Partiendo de la aritmética astronómica Kepler supuso encontrar las relaciones de las escalas musicales y en este hecho, evidente develaciòn de una relación macro y microcósmica, la manifiesta conexión y unión. armónica de la creación. Para entender su hallazgo antes debemos comprender que un planeta girando alrededor del Sol en una orbita elíptica tiene dos momentos distintos: un “Afelio” (cuando el planeta esta mas alejado del Sol) y un “Perihelio” (cuando esta mas cercano al Sol). Cuando el planeta está mas cercano al Sol (“Perihelio”) va mas rápido y cuando esta mas alejado del Sol (“Afelio”) va mas lento. Como varía la velocidad entre estos dos momentos el planeta recorre menos distancia en el Afelio que en el Perihelio. Partiendo de esta realidad cinética Kepler determino que el planeta más lento era Saturno en su Afelio, y por ser el mas lento (1min 46seg) lo tomó como referencia para ser la nota mas grave de la escala que forman los planetas en su giro alrededor del Sol. Sería entonces el sonido de Saturno la nota Tónica de toda la escala, aquella mas grave que le daría el nombre a la escala misma, y a esa nota la determino “Sol”, supuestamente por la derivación de la expresión “gamma” del monocordio divino y relacionada con la palabra “God” (Dios), simbolizando que el punto de partida de todos los sonidos del Universo era Dios, y su nota representativa, el Sol. Una vez identificado el centro sonoro del Universo comenzó Kepler a buscar relación entre los planetas y encontró que comparando el Afelio de Saturno (1min 46seg) con el de Júpiter (2min 15seg) se conseguía la relación 1,25, que es la proporción 5/4, representativa del intervalo musical de 3era mayor; debía entonces, si Sol era la nota inicial, ser Júpiter la nota Si. Poniendo a dialogar al resto de los planetas y buscando las relaciones entre ellos pudo revelar que el Do era el perihelio de Marte, el Do# el Afelio de Mercurio, el perihelio de Júpiter era la nota Re, el Mi el Afelio de Venus, el Fa# el afelio de Marte y el Sol el afelio de la tierra. Ayuna de representación quedaba la nota “La” a esperas del descubrimiento de algún planeta que se responsabilizara por su ausencia y la hiciera sonar. Pero aún con esta falta parecía el cosmos anunciar la existencia de unas relaciones armónicas y en ellas, sonando imperceptible, una escala mayor generada por los astros al viajar a través del espacio. Y para no dejar margen de dudas sobre la evidencia divina en el cosmos musical, calculó Kepler la escala menor pero partiendo ya no del Afelio de Saturno sino de su Perihelio y, a fuerza de relacionar con astucia los números, lo consiguió.

El pasado siempre parece neblinoso y desde el presente solemos mirar hacia atrás con la superioridad del sabio frente al niño, sin embargo las intuiciones que Kepler persiguió tras su fascinado mirar a los cielos nocturnos no pueden descartarse del todo hoy día. Hace poco, en el año 2005, la sonda Huygens enviada por la nasa a investigar la luna mas grande de Saturno llamada Titán, consiguió utilizar sonido para estudiar la presión de la luna y así, quizás de manera inaugural, quizás no, Saturno tuvo un sonido que le fue propio. También musical estuvo Saturno cuando al estudiar los datos de la desaparecida sonda Cassini de la Nasa se tradujeron en audio las ondas de plasma y el sonido de Saturno se dejo escuchar (en el siguiente enlace se puede oír el registro de las ondas emitidas entre Saturno y su luna Encelado https://youtu.be/hWHLCHv4PiI )

Algo de indecible, vecino de la sospecha, nos sucede al tocar los Cuencos Tibetanos; como si, acaso, en las frecuencias que emiten viviera el susurro revelador que nos anuncia en su sonido una conexión con la Totalidad, un puente tendido al entendimiento de nuestro enclave cósmico, una manera de saber por la banquina de las palabras aquello que aunque evidente en la naturaleza se mantiene fuera de la posibilidad de ser enunciado en el lenguaje del hombre, y que es ahí, en la música, donde encuentra expresión. Los griegos hacían palabra esta conexión armónica de todo con la expresión “harmonia tou kosmou” (αρμονία του κόσμου – armonìa del cosmos). Nosotros, menos deseosos de palabras que de acciones, silenciamos el lenguaje y tocando nuestros cuencos hacemos manifiesto y vibrante nuestro reencuentro con la Totalidad.

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS

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