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Sonar, un camino hacia lo grande

“Para esquivar los peligros equivalentes del reduccionismo vacío y la credulidad sin fundamento, uno tiene que equilibrar el respeto por las pruebas con la apreciación de lo no demostrado y lo indemostrable”

Thomas Lewis, La mente enamorada


“Hay una cosa formada confusamente, nacida antes que el Cielo y la Tierra. Silenciosa y vacía. Está sola y no cambia, gira y no se cansa. Es capaz de ser la madre del mundo. No conozco su nombre y por lo tanto la llamo ´el camino´. Le doy el nombre improvisado de ´Lo Grande´”

Lao Tse, Tao Te-Ching


Algunas experiencias son difíciles de comentar, el amor, la ira, la naturaleza, son realidades concretas a las que la palabra solo puede aproximarse sin ambiciones de retratista: lo sublime es indecible. Y a esa batalla perdida nos enfrentamos cuando queremos explicar con palabras que se siente al oír los cuencos tibetanos. La anécdota cuenta que cuando a San Agustín le preguntaron que era el Tiempo, el respondió: “Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si lo quiero explicar, no lo sé”. Sin embargo los que promovemos y difundimos la terapia con cuencos debemos hablar de ella y tratar de explicar eso que sólo se sabe en el silencio. Cuando la neurociencia quiere hablar de los cuencos tibetanos dice que generan a nivel cerebral una sedación del impulso nervioso y la posibilidad de instalar el cerebro en el ritmo Alfa. Cuando se le pregunta a la física sobre el sonido de los cuencos ella habla contándonos que al golpear con baqueta forrada con cuero un cuenco específico (porque cada cuenco es distinto) de 23 centímetros de diámetro y 1000gr las frecuencias que oímos son 129hz, 392hz, 753hz, 1210hz, 1737hz, 2295hz, 2940hz. Cuando se le pregunta a las persona que recibieron un masaje sonoro sobre su experiencia suelen usar para describir el placer que sintieron metáforas del tipo “sentí que mi cuerpo flotaba” o “fue un viaje hacia mis adentros” o “me transporte en el tiempo”...

Cuando nos preguntan a nosotros en Vishuda sobre el sonido de los cuencos tibetanos, como lo hace Lao Tse con el Tao, nos es coherente decir sobre esos sonidos que, no sabiendo el nombre de esa experiencia, es para nosotros “el camino” y “lo grande”, y así lo llamamos.

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