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Sonidos concentrados

“Los espartanos estaban indignados con Timoteo de Mileto porque en su afán por complicar la música había dañado las mentes de los muchachos que había tomado como pupilos apartándolos de la modestia de la virtud.”

Boecio, De Institutione Musica


“Siempre he amado la música. Quien es diestro en esta disciplina tiene un buen temperamento, adecuado para todas las cosas. Debemos impartir clases de música en las escuelas; el maestro debería ser una persona instruida en música, o ni lo respetaría.”

Martín Lutero, Charlas de sobremesa (publicado en 1566)



Gigante de proporciones, impulsivo y brioso, Heracles parecía concentrar exacerbadas todas las condiciones que le fueron negadas a su hermano Ificles, menos una: la capacidad de concentración en el aprendizaje, sobre todo el de la música. Juntos los hermanos recibían la instrucción musical del pedagogo Lino (para muchos el maestro musical de Orfeo) quien gustaba de enseñar a Ificles por su atenta disposición al aprendizaje y su gran receptividad y, por el contrario, penaba en la formación de Heracles quien disperso e indisciplinado avanzaba torpemente en el arte del uso y combinación de los sonidos y demostraba su frustración en las artes sutiles arrojando en furiosos arrebatos todo a su alrededor. En una de esas ocasiones y hastiado por esta inconducta Lino reprendió a severamente a Heracles quien correspondió desafiando al maestro a tal punto que movido por una ira incontrolable terminó por asesinarlo a golpes con la misma lira que debía aprender a tocar dulcemente. Traído luego a la cordura al ver la sangre de Lino, arrojó la lira homicida y lloró Heracles sobre el cuerpo ya inmóvil de su maestro. Su padrastro Anfitrión (porque su verdadero padre era Zeus) temió por la suerte de su otro hijo Ificles y envió a Heracles al campo a desahogar su vehemencia pasional con las labores del pastoreo. Este es uno de los ejemplos más trágicos donde la impaciencia en la formación musical trajo graves consecuencias pero sin embargo es el episodio de Heracles y Lino una excepción a la regla siendo que la música vendría no sólo a contravenir la concentración sino que, por el contrario, la facilitaría.

La primera referencia a la potencia de los estímulos musicales en el favorecimiento de los procesos cognitivos es el célebre Efecto Mozart. Bautizado por Alfred Tomatis e investigado luego por el neurobiólogo Gordon Shaw y la experta en desarrollo cognitivo Dra. Frances Rauscher, quienes experimentaron con estudiantes universitarios que tras escuchar por 10 minutos la Sonata de Mozart para dos pianos en D mayor (K. 448) tuvieron un temporal pero significativo aumento de la capacidad de razonamiento espacial; y los mismos investigadores luego hallaron ventajas en el razonamiento espacial en niños de edad preescolar con entrenamiento musical en contra de aquellos que no tenían este entrenamiento. Y pueden sumarse a esta lista los múltiples e importantes trabajos de la psicóloga y neurocientífica Helen Neville, como también de Chris Boyd Brewer (sobre todo en “Music and learning: Integrating misic in the classroom”). Sin embargo nos interesa reseñar especialmente un trabajo nacional realizado en dos escuelas de la ciudad de la Plata con el fin de confirmar la hipótesis de que el adecuado uso de la música como recurso de ambientación favorece la comprensión de textos literarios, y de esta formar propender a que se considere la música como una variable facilitadora del aprendizaje. Se diseñaron entonces tres escenarios, dos de ellos de lectura de textos literarios en un ambiente musicalizado y el tercero con una lectura sin musicalización. Para las ambientaciones musicales se utilizó música barroca, música clásica, rock neoclásico (“¿Por qué es tan difícil amar” de Rata Blanca ) y un reggaetón elegido según la preferencia de los alumnos (“Angelito vuela” de Don Omar fue el preferido mayoritariamente ). Los textos leídos con estas ambientaciones sonoras fueron: el capítulo 7 del libro Rayuela de Julio Cortázar, el texto Cupido del libro Escritos de amor y el Soneto V de Garcilaso de la Vega. La muestra consistió en 158 alumnos de 17 años de edad promedio, de clase media y media baja sin educación musical específica y que cursaban los dos últimos años de la educación secundaria en las escuelas de Educación Media N°3 de Berisso (La Plata) la Escuela de educación secundaria técnica N° de Villa Elvira (La Plata), en los años 2010 y 2011. Este estudio sintéticamente concluyó que la ambientación con el Adagio en sol menor de Tomaso Albinoni fue la más favorecedora para la comprensión de los textos, luego siguieron en eficacia la Suite N°3 en re mayor de Bach y la canción de Rata Blanca que seguiría el patrón composicional del género Barroco; y por el contrario el reggaetón obtuvo los peores resultados en el favorecimiento de la concentración y el aprendizaje. Esquemáticamente el estudio permite suponer que las variables musicales a tener en cuenta para favorecer la concentración en el aprendizaje son: a) un tempo entre largo y adagio, b) una interpretación lenta de sugerencia melancólica, c) un volumen de baja intensidad apenas perceptible por el oído, d) un género ideal que sería el barroco (pueden encontrar el estudio para descargarlo y leerlo completo en este enlace: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/20427).

Más allá de las experiencias personales que confirman la calma y facilidad atencional que genera el uso de los Cuencos Tibetanos, en este campo específico existen al respecto del sonido de los cuencos estudios concretos realizados, sobre todo el trabajo de VanKuiken que es de accesible lectura: “Calming and Focusing: Students' Perceptions of Short Classroom Strategies for Fostering Presence”. Sin embargo quedará la reseña de ese estudio para una nueva nota, porque queremos dejar reverberando con intensa sonoridad la concreta y sensata idea sobre las posibilidades que las vibraciones de los cuencos traen, permitiéndonos intuir en ellas una herramienta concreta para conseguir un estar más armónico y perceptivo, que gracias al sonido parte al encuentro de la mejor versión de nosotros mismos.

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS

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