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Sonidos en extinción

“Soy un compositor que busca el olvido; y siempre me avergüenza un poco admitir que compongo”

Alexander Borodin, Carta a Lidia Karmalina


“¿Cómo podemos esperar producir una interpretación vital si no recreamos cada vez la pieza? Cada año las hojas de los árboles reaparecen en primavera, pero cada vez son distintas”

Pau Casals, Conversaciones con Casals (1956)


Hasta que fue posible registrar los sonidos técnicamente todo lo que se produjera como vibración sonora estaba sentenciado a perdurar solo durante el breve tiempo de su natural reverberancia. Así es como algunos sonidos serán siempre un enigma para nosotros y nada podrá rescatarlos de la densa e inaprensible sustancia del pasado. A otros sonidos podemos salvarlos de la extinción y permitirles existir aún a pesar del amenazante olvido de la abundancia posmoderna y el desinterés y la falta de financiación en la investigación de antiguas tradiciones. La música tibetana ancestral es parte de esta sonoridad en peligro de extinción.

Cairang Ji es una granjera tibetana, anciana y memoriosa, que tiene la responsabilidad de ser la última conocedora de una larga canción tradicional que se utiliza en una ceremonia de pubertad de las niñas conocida como “cambio de cabello”. Colabora con el equipo del antropólogo Gerald Roche dejándose grabar al tiempo que canta esta melodía extensa cuyos sonidos auspician las liturgias de la ceremonia. Canciones como esta han sabido reverberar con intensidad soberbia por las amplificadoras pendientes de las mesetas tibetanas y ahora están en peligrosa posición de ser olvidadas, por eso en conjunto con la Universidad Normal Qinghai el profesor Roche intenta llevar a cabo lo que se conoce como TEMP por sus siglas en ingles y podría traducirse como Proyecto de la Música Tibetana en Peligro. El objetivo de esta iniciativa es digitalizar las canciones ancestrales de las comunidades de la meseta tibetana generando un registro que permita hacer perdurar este conocimiento musical transmitido por vía oral durante largo tiempo, siendo que no son composiciones relacionadas con ninguna notación y por eso si no se las asienta en algún dispositivo de registración se pierden al mismo tiempo que las personas que las recuerdan. Estas melodías no son solo expresiones de arte popular sino que regulaban la ritmicidad de las actividades cotidianas y colaboraban con estas: algunas melodías comparten transculturalmente la misión de acunar niños para dormirlos, otras se utilizan para el pastoreo e incluso existen cantos que según los pobladores del Tibet estimulan a los yak (un bovino lanudo típico de la región) para aumentar la producción de leche. Lo cierto es que el proceso histórico conocido como la Gran Revolución Cultural Proletaria que se inició en China en el año 1966 fue una desventura para la cultura tibetana; la ya presente invasión China en el Tibet reforzó sus acciones para diluir la presencia cultural nativa y desplegó para eso drásticas medidas de destrucción de monasterios, textos y tradiciones. Todos los anclajes de la cultura tibetana fueron atacados y personas asesinadas por defenderlos hasta el punto de volverse ilegal llevar ropa tibetana o no usar el pelo según las características del estilo Han. Este ataque deliberado contra el patrimonio cultural tibetano tuvo la tan gastada retórica de la liberación del feudalismo local por la suplantación de las luces novedosas de la modernidad, pero sin embargo lo que en verdad trajo fue el aniquilamiento irreversible de una gran parte de la cultura y religión de la región tibetana. Contra este proceso de olvido planificado es que se esfuerzan los antropólogos y etnomusicólogos y del que el TEMP es uno de los principales proyectos que intenta, al rescatar los sonidos musicales del Tibet, rescatar a su vez la identidad propia de una nación que no claudica en permanecer en sus tradiciones y costumbres.

Somos nuestras tradiciones musicales, nuestras vibraciones personales, las voces de nuestros seres queridos y los sonidos de nuestros paisajes; y los cuencos tibetanos nos permiten, sonando, oír todas esas sonoridades identitarias y cantar nuestro futuro desde un presente afirmado en nuestra existencia única. El vibrante sonido de los cuencos tibetanos resucita lo ancestral para volverlo una pura actualidad. Viajando más de dos milenios desde el pasado, cada vez que un cuenco tibetano es frotado o tañido hoy día, en su sonido nace el recuerdo de la identidad tibetana y así, naciendo, se revienta. Es así que si nos preguntan sobre quienes somos, nosotros respondemos vibrando nuestros cuencos.

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS

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