top of page
Foto del escritorvishudacuencostibe

Sonidos para Ocho patas

“Baila, baila, para la figura es fácil. La melodía nos atrapa y no cesa; baila hasta que las estrellas desciendan desde los tejados. Baila, baila, baila hasta desfallecer”.

W. H Auden, Death´s Echo.


“¡Que viva don Celedonio!

Orfeo medicinal,

que cura con las folias,

la tarantula mortal”

Pablo Esteve, El Atarantulado (tonadilla)


En el libro "Tarantismo observado en España, con el que se prueba el de la Pulla (Apulia)” de 1787 el médico Francisco Xavier Cid analiza la curiosamente eficaz manera de curar la fatal picadura de la araña con música. Ya algunos siglos atrás, en 1362, se había escrito el tratado “Sertum papale de venenis” donde se alertaba que al picar la araña cantaba cierta melodía y que era exactamente esa misma secuencia de sonidos los que devolvían la salud al afectado. La tradición de curar con sonidos este padecimiento llega incluso hasta nuestros días y muy probablemente pueda conocerse algún anciano que escuchara de primera mano o viera por sí mismo este tratamiento musical. El picado por la araña corría mortal suerte y para salvarlo se buscaban músicos expertos (preferentemente dos o más, ya que tocarían durante dos días seguidos y sería necesario que se alternaran). Se llevaba al moribundo a un salón donde pudiera colgarse una soga de la que el debilitado enfermo se tomaría para ponerse de pie, luego los músicos (guitarristas) comenzaban la ejecución de una música frenética, rápida y briosa que iba aumentan el ritmo y generaba en el picado la invitación a un inevitable baile extático. Si lo había picado una araña macho debería bailar en continuado por 24horas y si por el contrario la picadura era de una hembra el baile se prolongaría por 48horas seguidas con breves intervalos para hacerlo beber caldos que evitaran su deshidratación. Esta danza de convulsiva agitación provocaba sudoraciones abundantes y una euforia emocional que combatía y hasta curaba en la mayoría de los casos la picadura de la araña. Hoy conocemos estas músicas curativas del tarantismo, llevan el mismo nombre que llevaban entonces: Tarantelas. Pero no era cualquier tarantela la música curativa sino que debía cumplir con algunos requisitos composicionales: por regla general se recomendaba un compás de 6/8 con anacrusa, con predilección por el tono menor; según el sabio jesuita Athanasius Kircher es recomendable utilizar los tonos frigio e hipodórico, y sobre todo lo fundamental es ir aumentando la velocidad conforme avanza la canción. Hubieron muchos músicos famosos por su capacidad de curar con tarantelas: el anciano José Pérez Lorenzo, Fulgencio Martín Negrillo de Daimiel y el ciego ambulante José Recuero quien afirmaba que existían sólo algunas tarantelas terapéuticas: la de la región de Manzanares, la de Almagro y Moral de Calatrava. En todas ellas el énfasis no está en la melodía y sí en el ritmo (recomendamos el disco del Gregorio Paniagua “Tarantule-Tarantelle” donde aparecen recopiladas versiones de tarantelas antiguas, algunas de ellas relacionadas con este tipo de ejecución terapéutica; aquí les acercamos el enlace para oírlo en youtube: https://www.youtube.com/watch?v=Zj-z9Idg4nM). Lo cierto es que puestos estos sonidos al estudio de la ciencia moderna no son esencialmente las frecuencias las que habrían colaborado con la curación de los picados de la tarántula sino el baile al que invitaba el sonido, que aparentemente era tan virulento y extático que sintió la Iglesia de la Edad Media semejanzas en estas contorciones con las posesiones demoníacas y expresamente en el Concilio de Trento prohibió la ejecución de la tarantela. Fue asi como esta práctica curativo-musical se vió forzada a desarrollarse de manera oculta, quizás como hubiera iniciado ya que se considera que sus raíces pueden buscarse incluso en la fiestas dionisíacas de la grecia antigüa (recomendamos como una buena lectura inicial el trabajo de Corral “Aspectos neurológicos en la historia del tarantismo en España”).

A lo largo del tiempo los seres humanos tendemos a buscar sonidos para calmar nuestros padecimientos. Algunas de estas vibraciones consiguen un éxito compañero y entonces se nos vuelven familia sonante, recurso posible, realidad musical. Así sentimos nosotros a los cuencos tibetanos, están en nuestro cotidiano acompañando con sus sonidos el bienestar y nos invitan vibrando a danzar incansablemente hacia nuestra mejoría.

VISHUDA CUENCOS TIBETANOS

0 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Ser parámetro sónico

Contraviniendo la potencia relativista de la posmodernidad, los tonos se postulan como absolutos y poseedores de características que les...

Miserere mei, Deus

“Miserere mei, Deus” (Dios ten piedad de mí) es el nombre suplicante de una hermosísima obra del siglo XVII del compositor Gregorio...

Placer ON/OFF

Cual si hablaramos de un interruptor, la música puede activar el placer o desactivarlo. Las áreas auditivas temporales y la...

Comments


bottom of page